Desde que Andrés Manuel López Obrador alcanzó el triunfo electoral que lo llevó a la Presidencia de la
Republica, su forma de percibir las cosas cambio diametralmente.
Por desgracia siguió conservando ese voluntarismo que lo ha caracterizado en los últimos veinte años, y que lo ha enfrentado y confrontado con los principales sectores productivos del país. Quizá esa persistencia de ver a los empresarios como enemigos cuando no se pliegan a sus dictados sea su principal defecto.
También hay que señalar que el problema no son tan solo los empresarios, el problema es el propio Presidente de la Republica que piensa que las cosas se hacen por decreto, y eso lo aleja de cualquier consejo que pretendan darle sus colaboradores más cercanos. Volvemos a los tiempos del “Sí Señor”, a las más abyecta adulación con tal de seguir gozando de las prebendas del poder, como ha sido el caso de John Ackerman, quien ha señalado con una patética estupidez que el Presidente de la Republica es un científico y que por esa peculiaridad puede decidir el destino de este país.
Pero existe otro problema quizá de mayor envergadura, y es que pese a que entre los miembros de la mal llamada Cuarta Transformación existen elementos de gran valía, y hasta ahora han sido relegados porque nunca se prestarán a la adulación con tal de conseguir una mejor posición política y económica. Caso contrario el de la ministra Olga Sánchez Cordero, mi compañera de Generación en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien renunció a su sapiencia legal con tal de recibir los favores de un Presidente que acostumbra convivir y hacer tratos con delincuentes peligrosos.
Nunca antes la historia patria había registrado ligas delincuenciales entre el Presidente de la Republica y los miembros de uno de los carteles más poderosos del mundo, y que ha ocasionado un número incalculable de muertes por todo el territorio nacional durante los últimos treinta años. Aunque no les guste a los miembros de la mal llamada Cuarta Transformación, esas ligas no son recientes, y son muchos los periodistas que han callado por temor a posibles represalias. No podemos cerrar los ojos, la realidad es que existe la posibilidad de que en México tengamos un mandatario colocado ahí por el narco.
No se puede negar lo evidente. Andrés Manual López Obrador recorrió la Republica de cabo a rabo, haciendo campaña durante veinte años. Y para hacer una concentración con quinientas personas, el gasto de transporte, comida, y pago a los operadores y líderes, es superior a los cien mil pesos, y de esos mitines el señor López Obrador realizaba al menos dos o tres todos los días. ¿De dónde sacaba el dinero? No creo que haya sido de sus ahorros, o de lo que aportaba la gente como dijo alguna vez,
Cuando se realizó la captura de Ovidio Guzmán, los mexicanos nos quedamos azorados porque el Glorioso Ejército Mexicano tuvo que plegarse a los designios de quien emitió la orden de dejarlo en libertad. Creo que las imágenes de Andrés Manuel López Obrador saludado a la madre de Joaquín Guzmán Loera, y después comiendo con narcotraficantes, con la presencia de los miembros de la Guardia Nacional por testigos, habla de que el señor López Obrador está intentando construir una nueva percepción del narcotráfico. Ojalá los mexicanos nunca nos acostumbremos a eso, porque nos estaríamos bañando de lo mismo que él. Al tiempo.
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