Sin lugar a dudas el Presidente de la Republica, Andrés Manuel López Obrador, ha perdido la dimensión de nuestra realidad y cree que puede sin ningún pudor comenzar a destruir este país por el que tanto hemos luchado los mexicanos. El saldo hasta ahora habla de una hecatombe administrativa por el desorden tan bien organizado que tiene en el ejercicio del gasto público, que por desgracia no va dirigido al bienestar de los
mexicanos, o al mantenimiento de la infraestructura, o a la generación de empleo que tanto está afectando a los mexicanos de todas las latitudes del país.
Hasta ahora la aplicación del dinero de los mexicanos se realiza de forma personalista, y ahí está la cifra de asignaciones directas del ochenta por ciento en el gasto público, y en ocasiones en rubros que nada tienen que ver con el bienestar común, por el contrario, las ocurrencias están a la orden del día, y ni que decir de las decisiones en torno a las obras que se hicieran antes de su llegada al poder, porque según sus propias decisiones no han servido para nada. El problema es que tampoco observamos que exista un verdadero cambio que nos beneficie, y al paso que va el señor López, los mexicanos de todas las condiciones comenzarán con las añoranzas de los tiempos idos.
La estulticia, que no es otra cosa que la ignorancia, necedad o estupidez de una persona, y por desgracia se ha convertido en la identidad de este gobierno. Observar a la Directora del Metro diciendo que ella solamente es la Directora, tratando de evadir la responsabilidad porque nada tiene que ver con el mantenimiento resulta patético. Pero lo peor es que de nuevo se presenta otro accidente, y ahora fue un descarrilamiento en el Metro La Paz. Por fortuna no hubo hechos que lamentar, pero esa circunstancia evidencia la carencia de mantenimiento de el transporte más utilizado por quienes habitamos en el altiplano mexicano.
Si bien es cierto que algunos gobiernos anteriores justificaron adquisiciones que nunca hicieron y pudieran ser inculpados de un posible fraude, los que ahora están al frente son iguales de culpables y cínicos, o más, porque ellos están poniendo en riesgo la integridad de los viajeros. Para decirlo de otra manera, viajar en el metro es ahora toda una hazaña porque nunca sabe uno que puede ocurrir. La probabilidad de que se sigan sucediendo este tipo de eventos es alta, porque hasta ahora las labores de mantenimiento preventivo no se han realizado con la acuciosidad que se debiera.
Pero regresado a la dimensión desconocida que ha estructurado el Presidente de la Republica, bien haría la Fiscalía para Delitos Electorales tomar cartas en el asunto de los “"Siervos de la Nación” toda vez que desde ahora el Señor López Obrador ha comenzado a comprar conciencias disfrazándola de programas sociales. Doce mil activistas que recorrerán el país y que estarán recibiendo cerca de quince mil pesos no es un asunto menor, porque estará sembrando un posible fraude electoral con la compra de los votos.
Ni que decir del cinismo de la familia López Obrador. Ahora resulta que en plena alza de la pandemia, y de que somos el segundo lugar en el mundo en cuanto a decesos, y que es imperativo invertir en la salud, el señor Andrés Manuel López Obrador se da el lujo de regalar el dinero de los mexicanos al pillo que tiene por hermano para que haga reparaciones a su estadio de beisbol. Y el epíteto de pillos o ladrones estará bien merecido para ambos, porque el uno recibía dinero sucio que el otro le ministraba para su campaña. Ahora es el dinero público el que estará beneficiando al hermano. “"Amor con amor se paga”. Que patética circunstancia con el cinismo presidencial. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en el periodismo.