Sin lugar a duda, el país no va en la senda correcta. La estrategia de la maldad ha sido la constante durante el gobierno
de Andrés Manuel López Obrador, y eso quiere decir que la destrucción ha sido el principal motivo de la actual administración para mantener la pobreza y la miseria como requisito fundamental de un régimen autoritario. Ese régimen en el que el control de las masas se ha fincado a través de diversas formas de compra de voluntades
De lo que se trata es de mantener de rehenes a los sectores más empobrecidos, y utilizarlos como punta de lanza de un gobierno populista cuya principal fuerza son una diversidad de programas sociales que en nada alivian la pobreza, porque de lo que se trata es de colocarlos en la ignominia para que tengan como propósito la supervivencia, antes que la participación en la vida pública, que es controlada desde la cumbre del poder.
Y no es una circunstancia que haya salido de la cabeza del quien por ahora detenta la Presidencia de la República, porque lo único que ha tenido que hacer es extrapolar las doctrinas de aquellos que por desgracia han mantenido en la pobreza y el control a los pueblos de la mayor parte del continente, lucrando con la miseria como estrategia de gobierno para mantener el proyecto populista que por desgracia se ha enquistado en la mayor parte de los pueblos del hemisferio. Pero también hay que decir que los partidos de la oposición han dejado de lado su principal función para apoltronarse en la supervivencia política esperando tiempos mejores.
Lo peor de todo es que esa circunstancia llevará mucho tiempo de no hacer un frente entre las fuerzas políticas opositoras a la mal llamada Cuarta Transformación, para detener la intentona comunista populista que hasta ahora le ha venido causando graves estragos a la inversión pública, porque está dedicada mayormente a los programas sociales antes que generar condiciones para el mantenimiento de la reorganización de la inversión productiva.
La circunstancia en que estamos los mexicanos es bastante grave, porque al inquilino de Palacio no le ha importado provocar innumerables muertes con tal de no gastar para mantener sus programas sociales que no generan dividendos, porque no es una inversión para generar riqueza, sino mantener de rehenes electorales a la mayor parte de los mexicanos a través de los programas sociales.
Lo peor de todo es que el fracaso ya nos alcanzó, y las finanzas públicas hoy son más pírricas que nunca, y aunque no se quiera señalar públicamente el daño que han causado los exabruptos presidenciales, el empobrecimiento va viento en popa. ¿Hasta donde pretende llegar Andrés Manuel López Obrador? Sin lugar a duda, hasta las últimas consecuencias de su proyecto de permanencia al frente del poder. ¿Lo aceptarán la mayor parte de los mexicanos? Todavía tendremos mucho tiempo para meditarlo. Así de simple nuestra circunstancia. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.