Los huracanes Manuel y Paulina pasaron por el territorio nacional causando graves destrozos a la infraestructura carretera, urbana y mostrando la poca efectividad de nuestras políticas de protección civil que todavía permite a la gente edificar en los márgenes de las corrientes de agua, en las cañadas y en los cerros.
Muchas son las especulaciones que se han realizado en torno al “hubiera”, y aunque muchos señalen que ese no existe, no deja de ser motivo de la suposición cuando de analizar hechos pasados se trata, aunque nuestra realidad indica que en eso de la protección civil todavía estamos en pañales por causa de nuestra indolencia, severidad en el acto gubernamental para evitar asentamientos en zonas de peligro, y la prohibición expresa en el tema de los usos de suelo.
El desastre provocado por los fenómenos hidrometeorológicos de la semana antepasada alcanza enormes proporciones todos los días cuando nos enteramos de sucesos en lugares a los que nunca hubiera llegado la imaginación de no ser por las reseñas de los lugareños. Pareciera que la tónica de nuestros connacionales de aposentarse en los lugares más apartados de la civilización es recurrente, pero habría que entender la circunstancia en que desarrollan su vida, y las pocas oportunidades que les hemos generado para que puedan acceder a una vida digna y con los mínimos de bienestar. Resulta difícil de concebir que en las montañas del sur del país existan comunidades que superan los tres mil habitantes, pero esa es una realidad que aunque ahora parezca inverosímil, quienes hemos recorrido las serranías lo hemos constatado.
Acceder a esos lugares resulta dificultoso porque en la mayor parte se realiza por caminos en los que solamente la rodada de vehículos altos puede circular, lo que los hace más proclives al dominio de esa criminalidad a la que siempre se retrata en vehículos de este tipo. No es que sea moda, sino que es lo mejor para acceder a esos lugares donde ni las estructuras gubernamentales llegan. Por eso los pobladores se sienten más cercanos a esos grupos delincuenciales que a quienes los gobiernan, porque son ellos quienes están más cerca de sus necesidades y quienes los ayudan a paliar sus dificultades.
Guerrero es eso en toda la serranía. Por eso poco se sabe de los daños que ocasionaron Paulina y Manuel, porque lo que ocurre allá muy poco le interesa a los que gobiernan cómodamente desde sus oficinas en los grandes centros poblacionales como Acapulco y Chilpancingo. Quienes han analizado los efectos en la infraestructura carretera y urbana, no han tomado en cuenta lo que aquí relato porque allá no tienen negocios. Por eso me parece fuera de lugar que el sector privado y las aseguradoras afirmen que en el recuento de los daños estos pueden ascender a los 75 mil millones de pesos. ¿Y esos lugares donde no acceden las aseguradoras? ¿Y los daños que los meteoros ocasionaron en la inmensa Sierra Madre del Sur donde existen comunidades de hasta quince mil personas? Lo único que muestran los negociantes del desastre es una brutal ignorancia e indiferencia por el dolor de miles de mexicanos a los que ni siquiera hemos intentado socorrer. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.