Pareciera que el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México sigue mostrando su bisoñez en las lides públicas y políticas. No es lo mismo estar cómodamente sentado en una oficina asesorando jurídicamente a un funcionario de alto nivel, o navegar en aguas tranquilas dirigiendo a un ejército de colaboradores en la Procuraduría General de Justicia, que tomar decisiones desde el poder.
Para ejercer el poder se requieren condiciones especiales, pero sobre todo talento, preparación, serenidad y decisión para asumir las consecuencias. Los actos de los gobernantes siempre afectan a los ciudadanos, y el secreto es buscar que esas afectaciones sean las mínimas o que recaigan en los menos cuando se trata de privilegiar intereses y derechos. Quizá eso es lo que no ha entendido el señor Miguel Ángel Mancera Espinoza, o sus principales consejeros no se lo han dicho, o simplemente también son incompetentes.
Cuando los dirigentes de la Sección XXII del magisterio decidieron emprender la guerra contra las decisiones del Estado Mexicano, el señor Mancera no identificó que el interés general siempre debe estar sobre el interés particular, o el interés público por encima del interés gremial, y prefirió dejar hacer y dejar pasar ante la amenaza de convertir a la Ciudad de México en el campo de la batalla ideológica entre el ala radical del partido que lo llevó al poder y el Gobierno Federal. Las consecuencias de su omisión hace que los mexicanos salgamos perdiendo, porque si bien alcanzó su propósito de que le entregaran un fondo de Capitalidad, lo cual es razonable, seguramente pasará este sexenio sin que el Distrito Federal pueda tener su propia constitución ya que demostró con creces su minoría de edad en los asuntos del ejercicio político.
Finalmente la Sección XXII en nombre del desestabilizador mayor, Rubén Núñez Ginés, ha señalado que no se moverán de la explanada del Monumento a la Revolución, y fue tan méndigo y burlón que se atrevió a señalar que si bien es cierto que las pérdidas de los comerciantes de la zona han alcanzado hasta el 80 por ciento de las ventas que se tenían antes de su llegada, declaró que los maestros consumen agua y alimento y eso debe beneficiar a los comerciantes. Vaya con el “imbécil y malparido” como le llamaron ayer los comerciantes de la zona, cuyas burlas rayan en el cinismo porque sabe que sus agremiados consumen alimentos y cervezas y se van sin pagar.
¿Y Mancera? Seguramente tratando de averiguar algo acerca de la sindéresis lunar, porque de gobierno parece no entender mucho. Para colmo de males todavía no identifica, pese a ser abogado, las competencia de cada quien. Ayer exigió al Instituto Federal Electoral que observen el número de habitantes antes de decidir acerca de la redistritación que quitaría al Distrito Federal tres diputaciones. Hace tiempo que Miguel Ángel Mancera no da una en la encomienda que le otorgamos quienes vivimos en la Ciudad de México. La corrupción es brutal, la ineficiencia se ha convertido en la identidad de su gobierno, y su falta de oficio en el peor enemigo de quienes aquí habitamos. Pobre Ciudad de México. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.