Sin lugar a dudas el tema del crimen organizado en todas sus modalidades es algo a que nos hemos acostumbrado en los últimos veinte años. Los mexicanos perdimos en este tiempo nuestra capacidad de asombro a causa de la excesiva violencia que han utilizado en sus luchas de exterminio los diversos cárteles de la droga que pululan por diversas partes del territorio patrio, y que se reconforman de acuerdo a las circunstancias, los intereses, y los pactos que establecen entre ellos mismos y las autoridades civiles.
No es fácil para un periodista introducirse en el mundo de los criminales, lo que también ha provocado que muchos se replieguen y eviten el tema por temor a las represalias, lo que habla de que en México la autocensura está vigente.
Mucho se ha discutido acerca de la posibilidad de que los narcotraficantes hayan establecido pactos en el pasado con los responsables de las estructuras gubernamentales, lo que fue utilizado como argumento de desgaste político por las oposiciones, y que ahora no hay más que reconocer que ningún partido, ni gobierno alguno, podrá triunfar sólo en esta lucha en la que está de por medio la sobrevivencia del Estado Mexicano. Si esos pactos fueron realidad en el pasado, seguramente muchos de los que ahora critican la ineficiencia de las estructuras policiales del país estarían contentos de su reconstrucción, pero sobre todo, de que los capitales siguieran impulsando los polos de desarrollo que se les adjudican en muchos de los destinos de playa a lo largo y ancho de nuestros litorales.
Lo cierto es que nuestra realidad es lacerante y llena de zozobras. Los mexicanos no tenemos la seguridad de que las cosas que se nos dicen desde las estructuras gubernativas para justificar la lucha contra la criminalidad correspondan a la realidad. Pareciera que la mal llamada guerra será bastante larga porque así lo fue en algunas naciones sudamericanas donde el poder del narco retó a los gobernantes e intentaron someterlos. Lo mismo ocurrió en la lucha que en su momento inició Italia contra los grupos de “La Mafia” y “La Camorra”, quienes incluso atentaron contra los juzgadores, de ahí la implementación del programa de “Jueces sin Rostro” para evitar más muertes.
El escándalo provocado ayer por la Senadora Luisa María Calderón, hermana del ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, y a quien apodan “La Cocoa”, habla de la complacencia que han tenido las células del crimen organizado para transitar por todo el territorio del país, y que son una realidad con la que han tenido que vivir y convivir los moradores. En cualquier lugar de cualquier estado, quienes ahí viven saben quiénes son los que se dedican a las actividades delincuenciales, y quienes los protegen, pero al cabo del tiempo ese costumbrismo se ha convertido en una evidente señal del cinismo con que se conducen autoridades y criminales. No son hechos aislados para desgracia nuestra, esa convivencia y connivencia es parte del costumbrismo de muchas regiones del país.
La Cocoa afirmó que un grupo del Cártel de Los Caballeros Templarios logró una audiencia con los Senadores de la República, aunque no dio a conocer el contenido del diálogo privado que sostuvieron. Esto habla de las complicidades que los poderosos delincuentes tienen con las estructuras de mando en casi todas las instituciones del país, pero también de la penetración que han alcanzado en muchos de los estratos sociales, pues entre quienes presuntamente tramitaron la reunión se encuentran algunos de los empresarios más exitosos de Michoacán. La infidencia de Luisa María Calderón puso en un brete al recinto senatorial y habla de sus ansias de notoriedad o de una irresponsable búsqueda de reflectores.
¿Hasta dónde está la infiltración de las bandas delincuenciales? Me parece que en todas las latitudes del país existen esas asociaciones, porque el mejor ejemplo de ello son los innumerables expendios donde se comercia con piratería, que es el negocio más rentable de la criminalidad, incluso superior al narcotráfico. Resulta inconcebible que todo lo que hacen los criminales lo hagan porque se han convertido en parte de nuestra cotidianeidad, pero para desgracia de todos, esa es la realidad. México está infiltrado por todas partes, y para regresar a la normalidad tendremos que poner todos, de todas las latitudes, edades y condición social, nuestro mejor empeño. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.