Se va el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, un portento a decir de los expertos de las finanzas públicas mexicanas, pero “el catarrito” conforme la vox populi. Y no se va a la banca, qué va. Se instalará más que cómodamente en una poltrona del Banco de Pagos Internacionales nada menos que en Basilea, Suiza.
Felicidades Carstens. Finalmente logró lo que venía buscando hace tiempo: salir de México. Compitió por la jefatura del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero fracasó en el intento ante la francesa Cristine Lagarde. Carstens hizo una campaña costosísima por el FMI, que no alcanzó.
Ahora, finalmente, y tras servir a los dos últimos gobiernos federales, uno del PAN y el priísta que ocupa Los Pinos, se irá del país, éste si en virtual bancarrota. A Carstens le va y le irá de maravilla. A México, quién sabe. El país está hoy envuelto en una nube de incertidumbre y zozobra.
Carstens niega que como los capitanes del barco salte a tierra firme en medio de la tormenta. Compromete eso sí “siete meses más todavía”. Qué pesados se anticipan esos siguientes siete meses. Pero el hombre que ha jugado un papel clave en las maltrechas finanzas del país es un optimista a toda prueba. Más aún es un hombre de fe férrea. “Espero que la tormenta no dure tanto”, como su larga travesía todavía al frente del ente emisor, siete meses. Seguramente serán los siete meses más largos de su vida y, peor aún, los más complejos.
Carstens niega también que su renuncia anticipada trasunte cualquier tipo de desencuentro con el gobierno federal o el titular de Hacienda, José Antonio Meade.
"De ninguna manera se debe leer mi salida como una reacción de mi parte a una situación coyuntural o algún supuesto desencuentro con la Secretaría de Hacienda o el Gobierno federal; no hay nada de eso", aseveró el gobernador renunciante.
Y puede que diga verdad en este sentido y también en lo que alude a la “tormenta” nacional que cotidianamente vivimos la inmensa mayoría de mexicanos.
Carstens anuncia su retiro del Bano Central justo cuando inicia el último tercio de la administración del presidente Peña Nieto, la parte sin duda más compleja de cualquier gobierno. Curiosa y paradójicamente anoche, Peña Nieto apeló a la unida del país en estos momentos complejos. Admitio que vienen situaciones complejas e hizo ver que éstas estarán en buena parte ligadas al próximo gobierno del republicano Donald Trump.
Pero Carstens se va, confiado en que “la tormenta” no se alargue tanto como siete meses, el tiempo que lo separa de su flamante cargo en Basilea. Qué suerte y que tan gran talento de Carstens. Esta vez si le alcanzaron para dejar al país en medio de la tormenta que él mismo reconoce. Así son las cosas. El “catarrito” quedó atrás, pero en la tormenta Carstens se va.
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