Aunque en una encrucijada definida por líneas severas en el ámbito interno y externo, México se da tiempo estos días para beneficiarse de una tregua. Esto como si se tratara de un momento de solaz o de reagrupamiento de fuerzas ante lo que viene en 2017.
En el ámbito doméstico, se resentirán todavía más los efectos de los precios de bienes y servicios. Los que ya están anunciados hasta ahora son los de los combustibles como consecuencia de la liberación del mercado de los energéticos. Se anticipa un efecto demoledor para las faltriqueras de las mayorías, ya de suyo empobrecidas.
Esos incrementos anunciados no serán los únicos. Es enteramente lamentable que puedan ya predecirse alzas en cascada en otros bienes y servicios, aun cuando el gobierno de la ciudad de México que comanda Miguel Angel Mancera se empeñe en machacar su negativa a los aumentos de impuestos y otros cargos. En este momento y más aún en los meses por venir, la prioridad mancerista es la competencia electoral. Lo demás puede esperar.
A los incrementos en precios y tarifas se sumará el lento ritmo de avance que registra la economía nacional, la incertidumbre devaluatoria de nuestro alicaído peso y por si fuera poco, el creciente desempleo, que lacera en forma intensa a millones de mexicanos.
Un fenómeno adicional que también impactará será el rejuego político-electoral. Los potros andan ya sueltos y la elección en el Estado de México sacudirá a las caballadas, aun y cuando estén famélicas. Quizá por ello, observarán un apetito mayor.
Otras situaciones más hacen prever un año complejo y retador, pero sería prolijo ennumerarlas aquí, en un espacio acotado por necesidad.
En el ámbito externo, las tendencias aislacionistas y el demoledor golpe propinado a una globalización excluyente que se manifiesta claramente a través de fenómenos como el Brexit, el repudio generalizado a los emigrantes y más recientemente el fenómeno Donald Trump, plantean riesgos colosales, en especial a países como México, tan vulnerable a los vaivenes de la escena internacional.
Con Trump no se sabe qué viene, pero se teme lo peor, que ya empezó con la factura de incertidumbre y los perfiles de los primeros “halcones” nombrados por el magnate del ladrillo.
Hillary Clinton no habría sido mejor. Es claro ahora, pero al menos una presidencia de la ex primera dama estadunidense habría resultado menos incierta porque se habría circunscrito a los rieles de la política tradicional. No es el caso del señor Trump, el ejemplo clásico del “outsider”, que pone a temblar las estructuras establecidas.
Falta poco para el 20 de enero, cuando duerma Trump en la Casa Blanca y falta menos para que termine la tregua de la Navidad y el fin de año. Amanecerá y veremos. Por lo pronto será mejor tomar previsiones. No digan después que nadie anticipó nada y que los sondeos se equivocaron.
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