Por supuesto que saludo el derecho de Margarita Zavala de Calderón a competir primero por la candidatura Zavala de residencial de su partido, Acción Nacional (PAN). La señora Zavala de Calderón, al igual que cualquier político y aún ciudadano en condiciones de hacerlo, tiene todo el derecho de competir en busca de algún cargo de elección
popular.
Me asombra sin embargo el cinismo de la señora Zavala de Calderón. Durante seis largos y sangrientos años fue compañera y confidente del señor Calderón Hinojosa, otro desvergonzado que “haiga sido como haiga sido” se entronizó en la principal silla del país y más tarde sumió a éste en un virtual baño de sangre en lo que llamó su guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico.
Las cifras de semejante desventura, en la que sumergió al país entero, son de sobra conocidas, pero si hiciera falta hay que recordar que arrojó más de cien mil muertos y un número mucho mayor de desaparecidos. Fue una tragedia mayor para México.
Calderón Hinojosa metió a las fuerzas armadas en esa aventura. Consideró que las fuerzas armadas del país eran la última frontera ante la ineptitud, corrupción e inoperancia de las fuerzas policiales del país. Pero la incorporación militar al combate del crimen organizado y el narcotráfico, ha dañado profundamente el tejido y aún la estructura castrense. Pero eso es otra historia.
Margarita, esposa de Calderón Hinojosa, acompañó a este señor en esta carnicería nacional, que a juzgar por sus resultados derivó en un enorme fracaso, perpetuado por el gobierno del presidente Peña.
Así que muy cínico resulta ahora que la señora Zavala de Calderón prometa que si llega a la presidencia del país, retornará a los militares a sus cuarteles. Al cinismo, añade mentiras. Promete que los regresara “victoriosos”. Nada más alejado de la realidad. Si los militares regresaran a sus cuarteles, lo harán a un elevado costo institucional, pero nunca triunfantes. El daño que Calderón propinó a las fuerzas armadas tardará años para extinguirse o subsanarse, si acaso.
Más todavía. Zavala de Calderón incurrió en nada menos que complicidad criminal, al avalar la carnicería prohijada por su esposo.
Ahora viene conque quiere ser candidata primero y sueña luego con volver a Los Pinos en calidad de comandante en jefa de las mismas fuerzas armadas que su esposo abarató y expuso a funciones impropias e incluso metaconstitucionales.
¡Cuánto cinismo!
Añada usted que la señora Zavala de Calderón poco o nada tiene que ofrecer a México. ¿Por qué? Revise usted su historial político y comprobará que si llegó primero a la Asamblea de Representantes y más tarde al Congreso federal fue gracias a su cercanía con el poder, pero no por decisión del electorado.
Agregue el peso de su partido, identificado éste predominantemente con las causas y las alianzas más oscuras del país, entre ellas el amasiato con el salinismo y el fracaso de dos sexenios, para no referirnos a los famosos “moches”, en los que el joven Ricardo Anaya tiene mucho que decir. Anaya, el mismo de la doble moral y la deslealtad interna. No, Margarita no. México merece mucho más que un amasijo de ambición, aun cuando sea femenina.
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