Además de tardía, la decisión de Felipe Calderón de “donar” su jugosa, pero sobre todo injustificada pensión a una fundación dedicada a atender a niños con cáncer, resulta un sospechoso recurso propagandístico para medrar con el alma del pueblo y a costa de los pequeñines que sufren la casi siempre letal enfermedad del cáncer.
¿Por qué? Después de más de cuatro años de disfrutar de una suma millonaria, Calderón organizó todo un evento para anunciar un gesto aparentemente caritativo, pero que esconde en el fondo real su ánimo perverso de seguir medrando del erario nacional a través ahora de su desbocada esposa que aspira a una reinstalación en Los Pinos.
¡Qué casualidad! Nunca antes se le ocurrió a Calderón ninguna obra pía con cargo presuntamente a su pensión, sino hasta que su esposa, margarita Zavala, se enfila con ansias locas a para participar en la carrera por la presidencia del país.
Y claro, qué mejor causa podría haber usado Calderón para promoverse junto con su esposa que aquella asociada nada más pero nada menos que la de niños aquejados por el cáncer. ¡Qué buen hombre es Calderón! ¡Qué sensible es este señor! Esa es la idea, el mensaje que Calderón quiere sembrar entre el electorado mexicano, que bien podría regresarlo a Los Pinos, su objetivo real.
Así que una pensión, inmerecida, injustificada y excesiva, bien puede destinarse –que no del todo, claro- a la promoción de una imagen. El objetivo, volver a Los Pinos, resulta absolutamente justificado. Después de todo es una excelente oportunidad de inversión, que con intereses, habrá de multiplicarse. Este el verdadero motor del “altruismo” calderoniano y mujer que lo acompaña.
No se trata de ninguna donación. Se trata de una inversión para el futuro, lo que hizo Calderón, que se encargó de publicitar su “generosidad magnánima” con el dinero del propio pueblo, que es quien paga la pensión y otros insultantes gastos de la familia Calderón, que mucho más que rebasan el porcentaje que cedió –o reintegró más bien- a través de la presunta donación.
Así que no deberíamos comer cuento, el cuento de los Calderón-Zavala. La pareja dinamita hizo –insisto- una nueva inversión para su futuro con esta acción.
Otra historia se habría escrito si la presunta donación de este dinero público se hubiera hecho en silencio y con generosidad, sin prensa ni difusión. Pero eso, eso nunca lo habría hecho Calderón.