¿México?

SINGLADURA

Una ojeada a vuela de pájaro de la realidad de México llena de espanto , alarma y preocupación. Todas estas emociones juntas por lo que vamos viendo cada día a través de los escaparates públicos que son los medios de comunicación.

Y ojo, no es que uno quiera ver sólo los peores flagelos del país. No, qué va. Yo sueño con equivocarme en lo que observo y/o pensar incluso que se trata sólo de una mala racha de eventos infaustos y que México será más grande que sus problemas, como nos recetan muchos políticos o gobernantes del país. Ojalá.

Pero nada. Los hechos espantan, alarman y preocupan como dije antes. Aún guardo asombro por el caso del ex fiscal de Nayarit,  Édgar Veytia Cambero, detenido hace unos días en San Diego, California, bajo la presunción de narcotráfico. ¡Ufff! Me aterra el episodio. ¿Concebible, imaginable?

Luego repaso los casos de los ex gobernadores de Veracruz, Javier Duarte; Chihuahua, César Duarte, Quintana Roo, Roberto Borge; Tomas Yarrington, de Tamaulipas; el sonorense Guillermo Padres y otros que se añaden a la lista de ex titulares del Ejecutivo en otras entidades como por ejemplo el hoy aspirante a diputado Humberto Moreira, o el neoleonés Rodrigo Medina y ni que decir del oaxaqueño Gabino Cué. La lista es mucho más larga. ¡Qué vergüenza! ¿Gobernadores? Se trata de gente sin pizca de pundonor personal. Sospechosos de corrupción y otras bajezas propinadas contra el pueblo al que dicen servir y/o gobernar y de quien reciben sus sueldos, beneficios y todo tipo de prerrogativas. Eso aquí y en China es traición a la gente, para decir lo menos.

Pero no para allí la cosa. Qué va. Una senadora de la república, Alejandra Barrales, buscando toda clase de argumentos para “justificar” una millonaria propiedad en Miami. Rápido que se olvidan de las causas que un día, muy lejano claro, prometieron enarbolar y defender en su vida pública. Eso es traición a sí mismos y al pueblo humilde, pobre, sufriente, en cuyo nombre hablan y dicen actuar.

Tampoco para allí la cosa. Un juez ampara a un presunto violador, contrariando todas las evidencias y más bien encubriéndolas seguramente a cambio de mucho. ¡Que horror! Un impartidor de justicia, como se les llama, haciendo todo para negarla, escamotearla. ¡Qué cochinada! Eso es también traición personal y al país mismo.

Pero tampoco para allí la cosa. Qué va. En las cárceles del país, ya en Tamaulipas o Nuevo León, el dinero es la ley. No importa que se cobren vidas, se violen derechos humanos o se pacte con el crimen. El dinero es la divisa.

¿Seguimos? El crimen goza de cabal salud en el país. Los registros son espeluznantes, conforme detallan los medios nacionales. Sigue el narco en auge, se mantiene la impunidad y la incapacidad –tal vez interesada- de las autoridades para combatir el mal, que no cesará mientras se mantenga intacto el poder del dinero y el amafiamiento.

¿Hasta cuándo México soportará esto? ¿Qué nos queda de México? Quizá raye en la exageración, pero a veces me pregunto si un país así es todavía viable para nuestros hijos.

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