Sin ironía alguna, quiero creer al gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, ya casi con un pie en el avión rumbo a Basilea para asumir su nuevo cargo como gerente general del Banco de Pagos Internacionales (BIS).
Carstens, el reconocido banquero de México y exaspirante a dirigir el Fondo Monetario Internacional (FMI), admite, si, que México atraviesa por un duro periodo inflacionario. “Estamos enfrentando uno de los periodos inflacionarios más altos de la última década”, recién dijo esta misma semana.
El reconocimiento de este problema, un agobio para la inmensa mayoría de los mexicanos, lejos de consolarnos, nos perturba debido a su impacto en los bolsillos de la gran mayoría de las familias mexicanas, sujetas a un ingreso fijo, que se achica cada vez más ante el temible fenómeno de la inflación.
Carstens concede que la inflación “no es un reto menor”. Claro. No son expertas en economía ni finanzas, pero las amas de casa mexicanas sufren el embate cotidiano del alza de precios permanente.
Mas Carstens, a quien quiero creer como dije antes, alienta al país y las amas de casa de éste: cuando asegura que “la variación de precios relativos no se va a generalizar, el incremento de la inflación será transitorio”. Espero que no hable en términos de tiempo geológico cuando alude que la inflación se encuentra en uno de los picos de la última década. ¿Transitorio?
“Eso es lo que tenemos en mente”, argumenta el banquero quizá más destacado de México.
Carstens también convoca a la calma, cosa de agradecer, pero sobre todo de atender. Después de todo es previsible, según el gobernador del ente emisor, que tras la tormenta sobrevenga la calma. Ojalá porque ya ni aguacates podemos comer en este país aguacatero por excelencia. Eso de gastar más de un salario mínimo por un simple kilo de aguacate como que le pone a uno los pelos de punta y le provoca a uno un desplome del optimismo.
Según el banquero estrella mexicano, “tenemos la convicción que la mejor contribución al país y al bienestar y a la sociedad es que haya estabilidad de precios”, Eso dice.
Quiero creerle a Carstens y seguirlo en su afirmación de que “la inflación no está fuera de control”. Ojalá.
No está fuera de control, pero como lo estropea a uno e impone un periodo de calma chicha.
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