De pronto me asaltó una ingenuidad, que según algunos se llama de otra forma cuando uno rebasa los 20 años. Pero es probable que más que una ingenuidad, se trate de una ilusión que me nació y que todos los mexicanos, y en particular los hombres y mujeres que gobiernan este país, deberíamos albergar en aras de construir un mejor país del que justo ahora tenemos.
Esa ilusión, sueño o como quiera llamársele, me hizo pensar aún a mi edad y casi seguramente debido a ella, en un México de alta calidad, desarrollado y aprovechado en todo su potencial que no es escaso. México como un país pujante, vigoroso, orgulloso de sí mismo. ¿Por qué he pensado en esto? Porque veo a diario, constato todos los días el inmenso potencial de este país, que pese a todos los esfuerzos en su contra se mantiene en pie, firme, como un padre anciano, venerable y generoso con sus hijos, aún aquellos que lo amargan, lo envilecen, lo saquean, lo engañan, traicionan y afrentan.
México, como un roble indomeñable, sigue en pie y camina cada día. Imagino, sueño un país pródigo por la generosidad de sus hijos, donde la mezquindad pierde día con día terreno hasta el punto de prácticamente desaparecer. Pienso en un país, donde la extrema pobreza, la pobreza y la creciente polaridad entre opulentos y miserables se extingue, donde los niños son cada vez más felices porque tienen una vida para disfrutar todo lo bueno que ésta les da y se les procura. Imagino un país donde los intereses de unos cuantos se someten al bienestar de todos, o casi.
Un país donde los jóvenes encuentran una respuesta a sus anhelos, ilusiones, sueños, metas y propósitos, todos ellos propio de los jóvenes. Imagino un país donde los hombres y mujeres que lo integran viven en pleno auge, ilusionados y alegres, y donde los ancianos encuentran confort y satisfacción por sus vidas. Imagino un país en sanidad de acciones e intenciones, en democracia y libertad de acción y pensamiento, bajo un cielo de tolerancia y respeto absolutos, un país donde la naturaleza de cada persona es útil para el otro, su prójimo.
Un México donde el crimen deja de ser la única opción posible o el último recurso para la sobrevivencia, un país donde la política y la economía constituyen los instrumentos más genuinos para generar un país en crecimiento y armonía, y desaparecen como recursos para el expolio y la confrontación.
Muchos, la mayoría casi seguramente, me tildarán de ingenuo o me dejarán caer otro epíteto más sonoro, pero yo mantengo este sueño, ilusión o…
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