Tan campante

SINGLADURA

Se creerá de manera simple que defender o al menos creer en la tesis de que el PRI volvió al poder en 2012 para quedarse como apuntaba aquel antiguo lema radiofónico de la 6:20, -la música que llegó para quedarse- es para decir lo menos, una ingenuidad. Otros opinarán que resulta políticamente incorrecto y/o demodé,

sostener semejante barbaridad y algunos más, tal vez los menos, crean que argumentar tal aberración es ir en contra de las necesidades o el interés nacional.

Pero no, qué va. Ojalá fuera errado el planteamiento. Sería mucho menos malo equivocarse en el examen que atinarle. Las evidencias apuntalan esta idea, convenga o no al país la permanencia del PRI, en el poder presidencial.

Como sabemos, en las próximas horas el PRI iniciará tres grandes mesas de trabajo, análisis y discusión, la principal de ellas en Campeche, donde curiosamente acaba de estar el presidente Enrique Peña Nieto para acompañar al gobernador Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, el joven político que encabeza el ejecutivo campechano y para quien el Jefe del Ejecutivo federal reservó no pocos elogios. Ojalá  no le eche la mufa, digo.

Aun con todo lo ocurrido en este sexenio, nadie puede dar por muerto al PRI para la elección de 2018. Al contrario, cualquiera que aspire seriamente a relevarlo en el poder presidencial debe saber bien el tamaño del adversario a vencer. Podrá decirse que el Tricolor está más que desvencijado como consecuencia de las pifias del sexenio, el desgaste del ejercicio del poder y las consecuencias del deterioro nacional en numerosas áreas clave.

Ese tipo de examen, impecablemente lógico, no implicaría en automático ni mucho menos el relevo forzado del PRI en el poder. ¿Por qué? Una cosa es el poder y otra el resultado del ejercicio de éste. Es un hecho comprobado que al PRI poco le importa el resultado de ejercer el poder. Si le importa y mucho, ejercerlo. Este apunte es un hecho contundente, total.

De no ser así, hace tiempo que el PRI habría desaparecido del primer plano de la política mexicana. Pero no. Incluso cuando perdió la presidencia del país en forma consecutiva, pareció ganar si no de inmediato, si en el mediano plazo. A sus etiquetas añadió ahora las marcas de partido democrático, abierto, competitivo, en una palabra, el mejor para el país.

El PRI además se instalará en un escenario político demasiado fragmentado por la gama de fuerzas  del espectro político nacional. Aun si se formara el frente democrático nacional, éste no alcanzará para arrebatarle el poder al PRI. Tampoco las otras formaciones políticas de oposición, si es que no actúan más por el interés de preservarse así mismas que de verdad apostar a un triunfo cabal.

Que nadie se confunda. El PRI, esa vetusta maquinaria que está allí para administrar electoralmente al país, ejerce el poder, más allá de cualquier otra discusión o consideración. De no ser así, hace tiempo ya habría pasado otra cosa.

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