Animo

SINGLADURA

Los poderosos movimientos telúricos de septiembre sacudieron sin duda alguna el ánimo nacional. Es cierto, tumbaron edificios completos, los desgajaron y sepultaron cientos de vida con todas sus esperanzas, sueños, ilusiones y

metas, pero de las entrañas de la tierra, nuestra muy noble y querida tierra mexicana, emanó un nuevo ánimo nacional, uno que hace vaticinar –ojalá con certeza- que México avanzará a un nuevo estadio de madurez, solidaridad y desarrollo.

Lo que parecía prácticamente imposible antes del 19 de septiembre del 2017 (19/09), hoy se vislumbra como enteramente posible, factible. Vea si no. Aún los partidos políticos, tan reacios, tan de espaldas a la gente que dicen representar y servir, han reaccionado, así sea entre jaloneos, reservas y bajo presión, a devolver –que no donar- los fondos públicos que de forma abundante en grado superlativo, se les ha entregado desde hace años para que prometan lo que luego jamás cumplen. La devolución de esos fondos millonarios a su propietario original es un hecho sin duda alentador, aún en medio de la trágica secuela del 19/9.

Qué bueno que así sea, como debe ser. No debería entenderse esta devolución patrimonial como una concesión generosa. Se trata de una respuesta obligada por una ética mínima, por un compromiso moral con todos los mexicanos y especialmente con aquellos que han sufrido muerto, dolor y zozobra.

Los mexicanos debemos presionar para que vengan nuevas respuestas de índole o naturaleza similar. Sobre los escombros materiales que han dejado los temblores de septiembre debemos erigirnos para reconstruir y aún refundar un país menos, infinitamente menos inmoral, menos insensible a los otros, al prójimo en una palabra.

Asoman días aún más complejos, como ya he dicho antes. Los mexicanos tendremos que responder, cada uno en sus espacios de quehacer, con valentía, honestidad y generosidad. El tamaño de la tragedia obliga a dar una respuesta cónsona, proporcional y digna.

Los recorridos por nuestra sacudida ciudad, que ha reivindicado de nuevo los títulos del pasado  de muy noble y leal ciudad de México, aún dejan ver el dolor por la muerte, las heridas, el sufrimiento y aún la tristeza, la cauda de los terremotos.

¿Qué sigue? Nada que no hayamos hecho antes: la mitigación del dolor y la reconstnrucción material, que nunca el olvido.

Veremos si los mexicanos, al menos la mayoría, somos capaces de persistir y sobreponernos con toda entereza y decisión a los flagelos telúricos. Somos un país atravesado por cadenas montañosas y entre dos océanos, de una geología primorosa y generosa. Veremos la dignidad, fortaleza y decisión mexicana.

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