Acaba de decir el presidente estadunidense, Donald Trump, sí, el bisonte que habita en la Casa Blanca, que tiene una gran relación con su colega de México, Enrique Peña Nieto, a quien calificó de un tipo “estupendo”, un hombre maravilloso”. Fue más allá al decir que su colega mexicano es un gran negociador, que ama al pueblo de México y está trabajando muy duro.
Las elogiosas afirmaciones de Trump sobre el mandatario mexicano caerían muy bien si fueran ciertas y sobre todo si condujeran a un mejor momento en las accidentadas y tormentosas relaciones entre ambos países, pero más bien suenan a farsa, a burla. Más todavía cuando hace sólo unos días en Pensilvania, el señor Trump contó detalles de su conversación más reciente con su colega mexicano, en la que planteó un verdadero insulto con la pregunta de “¿estás loco?” para ratificar su negativa a la solicitud del presidente mexicano de que dijera públicamente que México no pagará jamás por la construcción del muro.
Así que los elogios de Trump a Peña plantean exactamente la misma pregunta sobre Trump: ¿Estás loco, Donald?
¿Cómo entender al belicoso, insultante, y soberbio bisonte que embiste un día sí y otro también contra todo lo que se le antoje y conforme el humor de la jornada?
Ha insultado a México repetidas veces, incluso en su visita como candidato a este país. Está por levantar un muro en la frontera y amaga con quebrar el acuerdo comercial que vincula a México, su país y Canadá hace más de dos décadas. Amenaza y sanciona de hecho la inversión estadunidense en México y persigue policialmente a los mexicanos en su país. Hay una profunda aversión de Trump hacia México y nada parece indicar que ese sentimiento antimexicano, que siempre ha existido, pero hoy es mucho peor, pudiera mermar o virar en el futuro inmediato o mediato. México está en la mira de un empresario estadunidense obsesivo, paranoico y grotesco que en mala hora se convirtió en presidente de Estados Unidos.
Y eso hay que tenerlo sobradamente claro. No será amigo quien nunca lo ha sido. Trump acaba de provocar la renuncia de Roberta Jacobson, una diplomática experimentada y honrada que lleva en su corazón a México. La renuncia honra a Jacobson y desacredita a Trump si es que aún queda margen para ello.
En su estancia en la Casa Blanca, Trump ha dado muestras sobradas de poseer un carácter atrabiliario en exceso y hay expertos que han analizado su conducta, temperamento y modo. No lo favorecen los diagnósticos. Viene un trecho harto difícil con Trump, quizá el más peligroso de su mandato. En noviembre se despejarán las dudas. Hay demasiadas interrogantes en ambos lados de la frontera común. Ojalá se imponga la cordura.
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