No lo dicen pública ni abiertamente, pero las señales indican que coinciden.
¿Quiénes? El presidente López Obrador y quien antes que él también intentó tres veces alcanzar la silla presidencial pero no pudo: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. La coincidencia, tácita si se quiere, borda un tema crítico para el país como el petróleo y su papel a lo largo de los sucesivos gobiernos de corte “neoliberal” que se sucedieron en México hasta antes del advenimiento de la llamada Cuarta Transformación.
Hace años, el extinto ex director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), Jorge Díaz Serrano, un conocedor profundo de la actividad y negocio petrolero, refería como “palabra maldita” el concepto de privatización del hidrocarburo, así fuera parcialmente. Me lo dijo repetidas veces durante entrevistas que tuve con él en sus oficinas de la colonia Anzures. Esto a propósito de los llamados contratos de riesgo en los que participarían empresas privadas nacionales, pero preferentemente extranjeras por su capacidad financiera., tecnológica y aún comercial.
La reforma energética que impulsó el gobierno de Peña Nieto, más de cuatro décadas después, tuvo justamente como objetivo central la incorporación del capital privado extranjero a la industria petrolera, pero esto ocurrió bajo un modelo económico neoliberal y peor aún, en un contexto de elevada corrupción, que incluyó una política deliberada y mantenida por años para socavar a la principal industria del país.
En ese sentido, tiene razón el presidente López Obrador cuando promete recuperar y/o rescatar a Pemex, la empresa emblemática de México y que en los tiempos de Díaz Serrano fue vista como una auténtica palanca del desarrollo nacional.
Luego de que en los últimos días la calificadora Standard & Poor’s degradara las perspectivas de la deuda de Pemex y de la calificación crediticia de México, el presidente dijo que “se está castigando al país por la política neoliberal que se aplicó en los últimos 36 años, que fue un rotundo fracaso, sobre todo en los últimos años y para ser más preciso el año pasado que no teníamos nosotros nada que ver con el gobierno pero nos toca pagar los platos rotos”, dijo.
En su rueda de prensa matutina, añadió que el deterioro de Pemex es resultado del “saqueo”, pero dijo que con su política de cero tolerancia ante la corrupción, otro de los fundamentos de su gobierno, la empresa se recuperará.
“Estoy optimista”, dijo y advirtió: “lo único que puedo reprochar, de manera fraterna, respetuosa, a las calificadoras es que durante todo ese tiempo que imperó corrupción permanecieron calladas, calificaban con 10”.
Hace unos días, Pemex reportó una pérdida de 7.558 millones de dólares en 2018, y si bien fue menor al retroceso de 14.286 millones del año previo, mantiene una abultada deuda por 100.000 millones de dólares y un declive en su producción.
En un texto publicado por La Jornada en la víspera, Cárdenas Solórzano coincidió, -¿casualmente?- en que recuperar Pemex y recuperar el crecimiento de nuestra economía tienen, “como condición ineludible”, poner en marcha una nueva política sobre hidrocarburos.
Recordó que hace varios años “comenzó la declinación de la producción, la que se ha venido acelerando. De 3.4 millones de barriles diarios que se obtenían en 2003-2004, la producción ha caído a los 1.6 millones de barriles que se están obteniendo actualmente y, hasta el momento, no hay visos de que ese declive se esté frenando”.
También, dijo Cárdenas Solórzano, en el sexenio anterior, casi se duplicó la deuda de Pemex, la que hoy se estima en 104 mil millones de dólares.
“Es esta la condición en la que la administración federal pasada dejó a esta industria vital para la hacienda y para la economía en general”, apuntó en otra coincidencia con López Obrador.
Cárdenas Solórzano añadió otros datos duros al apuntar que la declinación de la producción ha representado, entre otras cuestiones, “una baja en la contribución de Pemex al fisco. Esta aportación en 2018 ascendió a poco menos de un billón de pesos (48 mil millones de dólares), alrededor de 20 por ciento del total, cuando llegó a ubicarse en el orden de 40 por ciento”.
En cuanto a la exportación, también ha ido a la baja: Pemex vende al exterior 1.1 millones de barriles al día, cuando llegó a exportar tres veces más.
La refinación tampoco anda mejor: en 2012 las refinerías del país produjeron 1.2 millones de barriles diarios; en 2018 sólo aportaron 615 mil barriles al día; lo que creció substancialmente es la importación de combustibles, que pasó de 600 mil a un millón de barriles diarios, situándose en el orden de las tres cuartas partes del consumo nacional. El precio de la gasolina Magna, la de consumo más alto, subió en esos seis años de 10.79 pesos por litro a 19.62, esto es, 81 por ciento.
Y agrega al complejo panorama que la situación complicada de Pemex no pasó desapercibida para las firmas calificadoras, a las que en la economía mundial se reconoce para que los fondos de inversión puedan o no invertir en una empresa o incluso en un país determinado.
Por ello, dice Cárdenas Solórzano, “es urgente un cambio en la política petrolera”, que frene la caída productiva y recupere una tendencia de crecimiento sostenible a largo plazo.
Concluye con los siguientes puntos de recomendación: “Reforma hacendaria, nueva política económica (viraje del modelo) y recuperación de la industria petrolera como eje de éstas, deben considerarse la vía para salir del retroceso que han significado los años de neoliberalismo. ¿Más coincidencias? Lázaro Cárdenas Batel, hijo de ya sabe quién, es principalísimo asesor de AMLO. La presidencia lo registra como responsable de la elaboración de proyectos y asesoría a la Presidencia de la República para la toma de decisiones.
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