Carta a Amlo

SINGLADURA

Serio, serio, me animo a escribirle señor presidente López Obrador, con buen
ánimo. ¿Qué digo buen ánimo? Excelente ánimo y con las mejores intenciones. Lo hago como periodista, pero aún más, serio, como ciudadano de a pie, de esos que caminan en la acera de enfrente, en pocas palabras, como un ciudadano simple y mortal.
¿Por qué le escribo? Porque es el recurso que tengo a la mano. ¿Para qué le escribo? Para alertarlo, aun cuando sé y estoy consciente de que es usted la persona más informada de México, o debería serlo, espero. Déjeme apuntar algo más antes de entrar en materia. Usted disculpe, pero me encantan los preámbulos, siempre son sabrosos, o al menos me encantan. Hay quienes prefieren, –usted lo sabe bien- como se dice coloquialmente, “ir al grano, a lo que te cruje chencha”, pero no es mi caso. Un apunte final al prolegómeno. Lo veo como un político de tiempo completo, experimentado, alguien que conoce al revés y al derecho a este país. Después de todo, lo ha recorrido varias veces de península a península, de costa a costa. Excelente que conozca la geografía del país que gobierna.
Bueno, paso al tema. Registro cada vez más un número creciente de voces de mexicanos que comienzan a externar dudas, inquietudes, preocupaciones y aún señalamientos críticos en su contra. Usted siempre ha sido una figura polémica, controversial. Usted sabe que para muchos sectores del país usted es una especie de tlatoani al que sólo hay que venerar y punto. Fueron ellos los que lo llevaron a usted a la presidencia de México. Pero también usted sabe, sobradamente, que hay quienes lo adversan a fondo y sin ningún matiz lo rechazan, lo critican, en pocas palabras, siempre lo adversarán así proceda usted con excelente tino, prudencia y eficacia. Nunca lo reconocerán, usted lo sabe bien. Así que de esos que así piensan y seguirán pensando con una fijación absoluta, pues ni modo. Se mantendrán en esa tesitura, como parte de esa masa que lo repudiará siempre. Ni insistir, pues, porque no habrá argumentos para hacerlos cambiar de opinión.
Pero me preocupa, señor presidente, que ha comenzado a aparecer “el tercer elemento”, la tercera raíz o un nuevo segmento, que podría llamarse el sector de los arrepentidos. Se trata de gente que votó por usted, pero que empieza a manifestar sus dudas e inquietudes como apunté arriba por su estilo de gobernar y, sobre todo, por los resultados de su todavía incipiente administración.
Entre los puntos que mencionan como preocupantes, le cuento, figuran los despidos de miles de personas sin ninguna consideración, evaluación y más bien a rajatabla en toda la administración pública federal, la reducción drástica de prestaciones de miles de empleados públicos, entre ellas los vales de una canasta básica que para muchos era una forma de “bandearse” y alcanzar el fin de la hazañosa quincena. El punto si se quiere puede ser menor desde la óptica de cualquier gobierno, pero le aseguro con base en muchos testimonios a mi alcance que para quienes sufren esas situaciones, es un golpe devastador, que coloca en un peligro agudo a ellos y sus familias, que reaccionan con cólera y dolor ante un despido o una reducción de salario, que eso es también la canasta básica.
Otra queja sensible tiene que ver con la restricción de recursos que se ha impuesto al país a través de la Secretaría de Hacienda, ahora la concentradora nacional de los recursos, como parte de la instrumentación de la llamada “austeridad republicana” y que según el titular de la oficina presidencial, su amigo Alfonso Romo, se quedará chiquita para dar paso a la “pobreza franciscana”. Cuidado, señor presidente. A nadie le gusta la pobreza y mucho menos a quienes la sufren o empiezan a sufrirla como consecuencia de una “política pública”.
Hay otros factores de irritación que empiezan a manifestarse, aun y si usted quiere, de manera tímida, incipiente, pero son las semillas de lo que puede convertirse en un malestar social amplio y aún de magnitudes intensas. Ojalá que no.
Sobre otros temas, le cuento que por el clima de inseguridad y de alta criminalidad, muchas familias comienzan a sentirse frustradas. Llaman la atención los números cada vez más altos y preocupantes de robos de niños y secuestros de mujeres jóvenes. Es un fenómeno angustiante. Sobra decir que de la frustración se pasa muy fácilmente a la rabia y el desencanto. No quiero pensar que su gobierno sea blanco de esos sentimientos y emociones. Si llegaran, serían mucho peores que con los gobiernos a los que usted combatió.
Las metas de crecimiento, sean hasta del dos por ciento conforme el pronóstico que usted avaló al enmendarle la plana a su titular de Hacienda, Carlos Urzúa, no satisfacen a nadie, señor presidente. Es el promedio de crecimiento de los gobiernos neoliberales que usted sepultó.
En fin, señor presidente, sólo quise compartirle estas, simples y menores si usted quiere, preocupaciones, que capto en el ámbito público y privado del país. Seguramente son preocupaciones menores para su gobierno, pero nunca deben subestimarse, supongo.
Sé que es difícil, si no que imposible, que usted lea estas líneas. Lo ocupa un país, pero al menos aquí se lo dejo dicho. Le sigo deseando éxito y mucha suerte en sus empeños por el bien de todos. ¡Salud!
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.