¿Qué sigue en el caso Robles? ¿Llamarán a Meade? ¿Llamarán a Peña? ¿Se cumplirá
la maldición sexenal de la venganza? ¿O es solo un amago para poner en claro quién tiene el poder? Lo cierto es que es un pleito entre las élites políticas de este país. También es cierto que una vez dado el primer paso con el arresto de la ex secretaria de Estado, sólo queda dar otro y otro. No hacerlo significaría el derrumbe de quien se está jugando el poder. De ese tamaño es el reto.
¿Tiene que ver con el lento, lentísimo ritmo de la economía mexicana? No. Esta vez no es una cortina espesa para desviar la atención de otros asuntos de interés nacional. En todo caso es una pugna política-jurídica, cuyo resultado podría sellar el destino de un sexenio y, más aún, del país que podría comenzarse a construir. Y no hay exageraciones. Después de todo, la ambición legítima de quien gobierna es hacer historia con base en “una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, porque se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México”.
Si se detiene el curso del caso, o resulta en un fiasco, como tantos que se han recetado al país, ¿quién habría de creerle al autor? Es un hecho que se comenzó a recorrer un camino sin retorno. Los protagonistas están sobradamente conscientes de lo que se trata el pleito. Están dentro del ring. Habrá bajas en el camino antes de que se proclame un ganador, cuya suerte quedará echada.
¿Es un asunto estrictamente jurídico? No. Es un tema puramente político? Tampoco. El entramado del caso conjunta ambos terrenos y eso lo hace muy peligroso.
México está todavía lejos de que las vías jurídica y política avancen de manera paralela, que no se crucen, que no se toquen. Esto es lamentable.
El arresto de Robles marcará con seguridad un antes y un después para el gobierno de la Cuarta Transformación. No lo olvide. Al tiempo.
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@RobertoCienfue1