Cosas de la historia

Singladura 
Un amigo y colega venezolano que hoy radica en Texas, aunque no por
elección sino por auténtico ejercicio de sobrevivencia, siempre atento a los fenómenos latinoamericanos, me recomendó en una charla telefónica la lectura de un episodio histórico-político de su país, que involucra a dos figuras públicas del chavismo-madurismo, el exministro de Planeación Económica Estratégica: Jorge Giordano y el general Guaicapuro Lameda, expresidente de Pdvsa, la petrolera venezolana.
Giordano, un ingeniero electrónico de origen dominicano-italiano, fue el estratega económico clave del chavismo entre 1999 y hasta 2014, cuando fue relevado del cargo por el presidente Nicolás Maduro, en una renuncia que cimbró los cimientos de la revolución bolivariana.
El general Lameda, un ingeniero eléctrico que desempeñó el cargo de presidente de Pdvsa, también se distanció del chavismo-madurismo, luego de sostener en la capital cubana una entrevista con el entonces presidente cubano, Fidel Castro y denunciar la injerencia isleña en Venezuela.
Lameda ejerció la presidencia de la petrolera estatal venezolana entre 2000 y 2002. Sus cartas credenciales son impecables.
Por su importancia histórica para comprender los fenómenos latinoamericanos,  transcribo la entrevista al general Lameda hecha por la periodista venezolana Carla Angola y difundida en junio de 2014. No es una pérdida de tiempo ni tampoco el eco de la nostalgia.
Carla Angola: Siempre recuerdo en Buenas Noches la anécdota que compartió conmigo alguna vez en la que Jorge Giordani le confesó que a la revolución le convenía mantener pobres a los más necesitados en Venezuela. ¿Podría contar con detalles esa reunión y cómo surge ese comentario? ¿Qué planteamiento o inquietud suya generó esa respuesta?
Guaicaipuro Lameda: Yo le venía insistiendo al presidente Chávez que lo engañaban en el tema económico, ya que las proyecciones a 5 años mostraban un creciente déficit fiscal, necesidad de endeudamiento o devaluación y, por tanto, era necesario atender el tema de la producción para que Venezuela pudiera hacerse independiente de la renta petrolera, tal y como se había prometido en la campaña electoral y como me lo habían presentado en el proyecto para el cual estábamos trabajando.
Era la época en que se le decía al país que nos estábamos quitando los inversionistas a sombrerazos y que el submarino estaba a flote. Sin embargo, los inversionistas venían al país y no conseguían un interlocutor válido que les explicara cuáles eran las oportunidades de negocio y se iban decepcionados porque habían invertido tiempo y dinero sin recibir nada, ¡NI SIQUIERA UN NO!
Se iban con dudas y promesas vagas. Chávez aceptó que nos reuniéramos para hablar del tema y para la reunión invitó a 4 personas: José Vicente Rangel (político y periodista), Jorge Giordani, Héctor Navarro (exministro chavista) y Aristóbulo Istúriz (también exministro de Chávez), a quienes conseguí en la sala del consejo de ministros donde se suponía que haríamos la antesala para luego reunirnos con Chávez.
Estando allí, Giordani me pregunta que de qué se trataba lo que yo le quería informar al Presidente y le respondí en los siguientes términos:
“La proyección plurianual a 5 años nos indica que no vamos a tener crecimiento, será negativo, el déficit fiscal será creciente. Vamos a tener serias necesidades de endeudamiento, ya que se está perdiendo el control sobre el gasto del Gobierno bajo excusas populistas. El Gobierno no está ahorrando en el FIEM (Fondo de Estabilización Macroeconómica), gasta todo y engañamos al hablar de una economía creciente. Para que eso ocurra, deberían estarse construyendo galpones, edificios y toda la infraestructura que requiere la producción, y eso no existe. Si es verdad que queremos acabar con la pobreza, es imprescindible que se genere riqueza y que se diseñen mecanismos adecuados para que su distribución sea justa y equitativa, y eso tampoco lo veo”.
Allí Giordani me interrumpió y me dijo: “Mire, General, usted todavía no ha comprendido la revolución. Se lo explico: Esta revolución se propone hacer un cambio cultural en el país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir, y esos cambios sólo se pueden hacer desde el poder. Así que lo primero es mantenerse en el poder para hacer el cambio. El piso político nos lo da la gente pobre: ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. Así que, LOS POBRES TENDRÁN QUE SEGUIR SIENDO POBRES, LOS NECESITAMOS ASÍ, hasta que logremos hacer la transformación cultural. Luego podremos hablar de economía de generación y de distribución de riqueza. Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con esperanza”.
Allí yo lo interrumpí y le pregunté: “Ya que usted dice ‘luego’, dígame cuánto tiempo cree usted que tomará hacer ese cambio”.
La respuesta fue inmediata: “Mire, se trata de un cambio cultural y eso toma al menos tres generaciones: los adultos se resisten y se aferran al pasado; los jóvenes la viven y se acostumbran, y los niños la aprenden y la hacen suya. Toma por lo menos 30 años”.
Carla Angola: ¿Qué le respondió a Giordani cuando le confesó tan crueles objetivos?
Guaicaipuro Lameda: Mi respuesta no se hizo esperar:
“Usted me está diciendo que esta revolución deliberadamente condena a los pobres a que vivan en la pobreza sólo para que ustedes se mantengan en el poder mientras intentan que la gente piense como ustedes creen que deben pensar. Si es así, USTEDES SON UNOS HIJOS DE PUTA Y YO CON HIJOS DE PUTA NO TRABAJO”.
Giordani se molestó y me dijo: “¡No sea usted tan grosero!“. Se levantó de su silla y entró al despacho del presidente Chávez. Al cabo de unos 10 minutos salieron ambos y Chávez me dijo: “Lameda, me dijo Giordani que tú le faltaste el respeto”.
Yo le respondí:
“¡No, Presidente! Lo que yo le dije fue que si era deliberada la estrategia de esta revolución de condenar a los pobres a no salir de esa condición… USTEDES SON UNOS HIJOS DE PUTA Y YO CON HIJOS DE PUTA NO TRABAJO. Es una expresión condicionada a esta suposición que yo no acepto como válida”.
La respuesta de Chávez fue otra de sus astucias:
“Mira, Lameda, la cosa no es tan así como te dice Giordani; lo que pasa es que él es un idealista igual que tú. Ustedes están en los extremos. Yo creo que los ánimos están muy caldeados y así no vale la pena reunirse. Vamos a suspender y yo les aviso cuándo escucharemos a Lameda”.
La reunión nunca se produjo y, a partir de allí, fue muy poco lo que hablé con Chávez o sus ministros. Eso marcó mi ruptura con la revolución. Es un asunto de principios. El ejercicio del poder no puede estar por encima de la vida de la gente porque en democracia el gobernante está para servir de acuerdo con la voluntad de la gente y no para imponerle a la gente su propia voluntad.
 
Allí lo dejo.
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@RobertoCienfue1