En medio de una creciente necesidad de alimentos, cuyos precios para millones de consumidores se elevan cada vez más en los mercados nacional y extranjero, los productores agropecuarios de México tienen que encender “las luces largas” para darse cuenta de que el futuro de la agricultura “tarde o temprano” tendrá que volcarse a la producción orgánica y con ello perfilar al país en una potencia agrícola, una meta absolutamente factible.
Esto comenta el productor y dirigente de la Confederación Nacional de Organizaciones Agrícolas y Forestales (Conoraf), Ingeniero Armando Rendón Barrera, en el marco de la toma de protesta de delegados regionales y municipales en el municipio mexiquense de Los Reyes la Paz, Estado de México, de esta organización que en agosto próximo cumplirá su primer año de gestión formal y se proyecta ya como un bastión de este tipo de producción en el campo mexicano con base en una serie de proyectos en marcha en el centro, sur y sureste del país.
“Todas las enfermedades derivan de los alimento que consumimos”, advierte este dirigente y productor agropecuario desde hace casi tres décadas. Hace ver que una buena parte de los alimentos que consumimos de manera cotidiana y constante, la mayoría de los mexicanos,
“están regados con aguas negras o herbicidas, pesticidas y químicos”. Este sólo hecho debería bastar para darnos cuenta y ganar conciencia del tema.
Después de todo, “somos lo que comemos” y sin embargo parecemos desdeñar con enorme descuido este asunto.
Rendón Barreda está convencido de que a mediano y largo plazo, el futuro de la agricultura será necesariamente orgánica.
Pone como ejemplo lo que ya está ocurriendo en los mercados de Europa, donde el consumo orgánico “ha ido creciendo” a pasos rápidos.
En consecuencia, apunta, es importante que los productores del campo mexicano “tengan esa luz larga, tengan esa visión para que no nos quedemos fuera y más bien seamos los pioneros en estos cultivos. La clave es que se produzca en el campo de manera orgánica”, ratifica.
Sobre el trabajo de la Conoraf, una organización que impulsan más de 50 mil productores en prácticamente todo el país, Rendón Barreda apunta “avances notables” en varios Estados. En Veracruz, por ejemplo, impulsan un proyecto de unas 800 hectáreas de limón persa, limón orgánico, mientras que en Chiapas recién suscribieron un convenio con el gobernador indígena para rescatar el cacao, un cultivo esencialmente indígena, más antiguo incluso que el maíz. En Campeche “traemos el tema de la guanábana, cuya producción se prevé a final de este año y en Oaxaca se diversifican los apoyos para los productores de maíz y café.
En este último estado, apunta Rendón Barrera, “pronto vamos a liofolizar” la fruta porque el futuro de la agricultura es transformar todos los cultivos con el propósito de promover y abrir los mercados nacional y extranjeros para posicionar la fruta liofolizada.
“Todos los cultivos que traemos tienen que ser orgánicos”, resume Rendón Barreda durante una charla en la que también refiere el trabajo de la Conoraf en el norte de México.
Aunque la pandemia del Covid-19 también impactó ya el ritmo del trabajo que realizan en centenares de municipios del país bajo la premisa de usar ciencia y tecnología en la producción agropecuaria, Rendón Barreda cuenta que apenas se retome un mejor ritmo una vez que ceda la intensidad de los contagios, “vamos a trabajar en proyectos en Sinaloa con el garbanzo, en Jalisco con el tema del aguacate, en Nayarit con ganaderos y así en otras entidades del país”.
En la Conoraf “estamos bien arropados”, refiere este productor, quien está convencido de que en el campo está la solución a buena parte de los problemas de México, cuyas importaciones de básicos superan en muchos casos el 60 por ciento de básicos.
Hace ver en este sentido las posibilidades del país como productor de alimentos y refiere por ejemplo la abundancia de agua en los estados de Veracruz y Tabasco. Estas dos entidades poseen casi el 70 por ciento de toda el agua del país, lo que las convierte en potencialmente ricas para la agricultura.
Por ello, insiste, es urgente y pertinente poner “las luces largas” en el campo del país para impulsar una producción orgánica que ponga fin, o al menos abata las importaciones hasta del 90 por ciento de la soya, 70 por ciento de arroz, 60 por ciento de trigo y del 25 por ciento de maíz.
Rendón Barrera cree incluso que mantenerse de espaldas a la producción orgánica de alimentos podría conducir a México en un futuro no muy lejano a que un kilogramo de arroz pudiera alcanzar precios por encima del equivalente a un barril de petróleo y generar incluso una crisis alimentaria con impacto para al menos 18 millones de mexicanos.
Añade a este panorama preocupante el persistente uso de fertilizantes químicos que genera entre millones de mexicanos una serie de males de salud como el colesterol, la presión arterial alta, los triglicéridos, la diabetes y otros, problemas de salud que sumados al embate de la pandemia del Covid-19 está cobrando miles de vidas en México.
En consecuencia, urge el impulso a una producción autosustentable de alimentos para devolver a la tierra “la vida” que se le ha robado.
Hay quienes creen que es tiempo de apoyar a los productores agropecuarios para que dejen de producir “a la antigüita”, sin tecnología ni ciencia, bajo el amago de los “coyotes”, sin mercados para la comercialización de sus productos y, peor aún, mediante el uso peligroso de fertilizantes químicos, que “nos están matando”.
El reto coincide con una situación límite de riesgo ambiental en México y el mundo. Puede superarse, claro, pero también se corre el peligro de fracasar en el intento.
Refiere en este sentido el desastre que viven hoy día varios estados del sureste de México, donde fenómenos como la sequía, las lluvias intensas y las inundaciones arruinaron la producción de trigo, cebada y maíz. Asocia esto al denominado cambio climático, cuyos efectos seguramente recrudecerán, alerta.
Aunque sea poco conocido y menos atendido es un hecho que en un periodo relativamente corto habrá una merma mundial en la capacidad de producir alimentos suficientes por el aumento de la temperatura global y otros fenómenos naturales como por ejemplo los huracanes.
Diversos estudios alertan que México figura de manera destacada entre los países que más se verán expuestos a sufrir efectos adversos por el incremento de la temperatura global.
Resta tiempo sin embargo para impedir una merma en la cantidad y la calidad de los alimentos que se producen en México.
Entre las consecuencias del calentamiento global se vislumbra por ejemplo la caída de la capacidad para cultivar granos como el arroz, el maíz y el trigo.
Diversos estudios con sustento científico establecen el 2030 como el plazo fatal o el tiempo que aún tenemos para aminorar, o al menos, contener el aumento de la temperatura global.
Por ello es que tenemos que hacer una agricultura nueva, verde, ecológica, sustentable y más apreciada por los consumidores. En este esfuerzo participa ya la Conoraf, pero no basta.
¿Podran comprender esto el gobierno y la sociedad de México? El tiempo para el entendimiento y la acción es cada vez menor.
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
@RobertoCienfue1