Recurro a esta expresión, típica en la jerga venezolana del béisbol, en busca de describir lo que estamos viviendo en México en materia de la Covid-19, sin que muy lamentable y peligrosamente haya quien
en este país, como también ocurre en otros, es cierto, le ponga un “estáte quieto”.
Anoche nuestras autoridades sanitarias nos confiron de nueva cuenta las cifras de la muerte. Nos acercamos a las 88 mil defunciones por el virus originado en China a multas del 2019. Nos aproximamos a paso acelerado al millón de enfermos o personas contagiadas.
En el mundo hay más de 41 millones de personas contagiadas y las muertes superan el millón 100 mil. Estas, aún ya no nos causen cifras alarma alguna y mucho menos asombro de algún tipo, resultan pavorosas. Pero ni así nos inquietan. El hecho de que tampoco refleja la realidad sanitaria en México asociada al Covid-19 tampoco nos perturba, intranquiliza o quita el sueño. Que prácticamente cada día nos enteremos o se nos informe que la Covid-19 ya cobró la vida de un amigo, familiar o persona vinculada a nuestro entorno, tampoco nos perturba. La muerte tiene permiso, para citar a Edmundo Valades, y si no lo tiene, Ella se lo otorga para campear libre, solitaria y hasta tumultuosa en todos los confines del país.
Se nos habla de la presencia, riesgo o inminencia de “rebrotes”. A nadie le importa, y ni siquiera nos preguntamos o se nos informa pues cuándo terminó la primera oleada de la pandemia siniestra. ¿Cómo hablamos de rebrote cuando ni siquiera terminamos, hasta dónde sé y entiendo, la primera parte de la danza macabra en la que todos participamos sin percatarnos incluso?
Detestado especialmente en el discurso oficial de estos días, el Fondo Monetario Internacional (FMI) nos hizo ver la víspera que en México las cifras de las muertes por la Covid-19 “podrían” estar subestimadas. ¿Podrían? Fue cauto esta vez el FMI, quizá para no lastimar susceptibilidades o toparse con pared en los vetustos salones del Palacio Nacional.
Hay coincidencia sin embargo esta vez entre Palacio Nacional y el FMI. El gobierno mexicano ya admitió que las cifras que desvela cada noche acusan un subregistro. En descargo hay que decir que lo mismo ocurre en prácticamente todos los países. Nadie sabe al 100 por ciento cuántas personas mueren cada día en cada país como consecuencia del bicho que hace trizas la salud orgánica y económica de las personas y las naciones.
Pero en México ya se nos habla de un “rebrote” en varios estados. Los semáforos sanitarios cambian de color como lo hacen los que operan cotidianamente aquellos diseñados para regular y normar el tránsito vehicular en todas las ciudades del mundo. Con excepción de Campeche, los semáforos mexicanos de la Covid-19 nos coquetean en naranja o rojo o viceversa, pero de allí no salimos y cuando pensamos que ya merito vemos la luz blanca al final del túnel, pues pácatelas, vamos de regreso. El tema es un desgarriate como tantas cosas que se registran en México.
La gente, el pueblo, está cada vez más extenuado del confinamiento y afloja las medidas de prevención y / o protección. Los centros urbanos del país se relajan y provocan un ascenso numéricamente proporcional de muertes y contagios. Los jóvenes se confían y se proclaman casi invencibles. En las casas crece la zozobra, la inquietud y el hartazgo por el encierro tan prolongado y aún empeorado por la perspectiva incierta de su término y, más aún, por el riesgo alto de que se extienda incluso todo el 2021.
De las vacunas se habla mucho, pero la esperanza se marchita cuando se nos informa el fracaso de las pruebas experimentales y las muertes asociadas.
Voces autorizadas se supone como la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos desaniman aún más cuando alertan del riesgo criminal que supone la apuesta por la denominada inmunidad de rebaño. Y no sé por qué la palabra “rebaño” me asusta. Quizá porque evoca el matadero.
"Dejar que el coronavirus circule sin más significa permitir que haya más infecciones, sufrimiento y muertes innecesarias", ha dicho la OMS. ¿Se vale la apuesta?
Muchos ciudadanos, quizá más objetivos, nos invitan a aprender a convivir con la pandemia debido a que lo único claro hasta este momento es que “pica y se extiende”. ¿Hasta cuándo? ¿Quién lo sabe?
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@ RobertoCienfue1