Vaya colapso

Hace años se puso en boga en México una campaña mediática, atinada por lo demás, según la cual los accidentes no nacen, se hacen. Viene este apunte a propósito del colapso trágico de una trabe que apuntalaba el paso de la línea 12 del metro capitalino, con un saldo al momento de escribir estas líneas

de 24 personas muertas y ocho decenas de heridos. Viajaban en el metro de la llamada “línea dorada” prácticamente al cierre de un día laboral.

Asumo que la mayoría de las y los pasajeros a bordo del tren fatídico eran personas sencillas, humildes, casi seguramente trabajadores de oficios que como cada día se afanaban por conseguir el pan de cada día para ellos y sus familias. Quienes perdieron la vida en ese desgraciado accidente también seguramente dejaron en el desamparo a muchas otras personas, cuya suerte y destino será a partir de ahora más incierto y de una vulnerabilidad mayor.

¿Quiso el destino, la suerte que terminara así la vida de estas personas? ¿Quiso la suerte o el destino que hayan casi seguramente dejado en el desamparo a sus familias? Lo dudo. Estoy prácticamente seguro de que el percance del metro la noche del lunes tres de mayo, día de la Santa Cruz o los albañiles, pudo evitarse, como prácticamente la enorme mayoría de estos hechos, que sobrevienen por una serie de factores en juego y que se desdeñan por un sinfín de circunstancias, motivos o impulsos.

Vayamos al hecho concreto. El colapso de una estructura como la que medio sostenía la operación del Metro en ese tramo de la Alcaldía Tláhuac estaba dañada hace tiempo. Un daño de esa naturaleza no se registra en cosa de horas y ni siquiera en días o semanas. Se incuba en meses y/o años. Lo sabe cualquier persona con un poco de inteligencia, sentido común y diligencia.

La propia autoridad capitalina admite, por ejemplo, que “hace poco” decidió “todas las reparaciones” en la línea 9 del metro, porque de inmediato se reportan irregularidades durante las tareas de revisión, que también se dijo en la conferencia de prensa ayer martes se realizan a diario, y aun una revisión estructural del Metro que se hizo el año pasado. ¿Entonces? Algo o mucho dejó de hacerse durante estas revisiones cotidianas y aún estructurales. De otra forma, las 24 personas muertas hasta ahora debido a esta tragedia, estarían con vida.

La jefa del gobierno capitalino, la doctora Claudia Sheinbaum, pidió no especular y aguardar hasta que se hagan los peritajes, uno que ya inició a cargo de la fiscalía capitalina, y uno más que será contratado con alguna empresa especializada extranjera para que precisen y revelen las causas exactas del siniestro. Es correcto el proceso de los peritajes, pero es también un hecho que en esta nueva tragedia capitalina hay y debe haber responsables.

Los servidores públicos, que eso son, deben asumir las responsabilidades plenas de sus cargos, así como reciben los beneficios de ejercerlos a través de sueldos, salarios, prestaciones y jerarquías. La doctora Sheinbaum concita confianza predominante en el ejercicio de su cargo, uno por lo demás de altísima responsabilidad por tratarse de una ciudad tan compleja como la capital del país y asiento además de los poderes de la unión. Hay mucho en juego en esto para la doctora Sheinbaum y sobre todo para sus gobernados, que no merecen de ninguna forma morir de noche durante un viaje en el metro capitalino, al término de un día de trabajo y sin alcanzar a ver a sus familias.

Este desgraciado accidente que no nació, sino que se hizo, se registra además a un mes de las elecciones de junio cuando en la capital del país, el corazón político y más densamente poblado del país, se elegirán 66 legisladores al Congreso de la ciudad, 16 titulares de igual número de alcaldías y 166 Concejales. Hay mucho en juego y Sheinbaum lo sabe.

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@RoCienfuegos1