Una visión catastrofista sobre la resolución de la pobreza en algún punto futuro de América Latina, a despecho claro de los políticos que todo el tiempo prometen hacerlo pero que hasta ahora han terminado en fracaso,
así todavía haya quienes siempre les creen más con esperanza que con confianza, planteó en una entrevista el dirigente máximo de la organización criminal denominada Primer Comando de la Capital conocido como Marcola, el sobrenombre de Marcos Camacho, operador delictivo en Sao Paulo y cuyos conceptos retumban en estas horas aciagas de una buena parte de los países del área, sacudidos, flagelados por el Covid-19.
Marcola, reconocido como uno de los narcotraficantes más poderosos de Brasil, es contundente y escalofriante en esa entrevista publicada por Datos Digital y reproducida en la red O Globo hecha en vísperas del mundial de fútbol en el gigante sudamericano, y que recién me compartió un amigo y colega venezolano, y cuyas respuestas hacen vislumbrar un probable futuro de la delincuencia en la región. Espanta el contenido.
Marcola se define como pobre e invisible hasta que se hizo rico, al igual que otros de sus socios, con la multinacional de la droga.
Admite que cuando era pobre e invisible, nunca lo miraron y mucho menos se hizo nada a su favor y el de los suyos. ¿Qué hicieron? Pregunta. “Nada”, contesta él mismo. Vuelve a preguntar: ¿El gobierno federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros? Él mismo responde: “Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las favelas en las montañas o en la música romántica sobre "la belleza de esas montañas al amanecer"...
Pero ahora, refiere, “somos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo”. Explica: “aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo desde aquí mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas”. ¿Queda claro?
Cuando se le pregunta cuál es entonces la solución, Marcola es defintivo: “no hay solución, hermano. Repregunta a su entrevistador: ¿Vio el tamaño de las 560 favelas de Río? ¿Anduvo en helicóptero sobre la periferia de Sao Paulo? ¿Solución, cómo? Descartada entonces, pese a las promesas de todos los políticos, los de ayer y los de hoy. Seguramente también de los que vengan en el futuro.
Marcola abre si acaso una rendija al decir que la solución, si acaso, “sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una "tiranía esclarecida" que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice. Y del Judicial que impide puniciones. Tendría que haber una reforma radical del proceso penal del país, tendría que haber comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y federales (nosotros hacemos hasta "conference calls" entre presidiarios...) Y todo eso costaría billones de dólares e implicaría un cambio psico-social profundo en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.
Se autodefine con sus huestes como “una nueva ´especie´, ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común”.
Marcola refiere la post-miseria, que genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes, resume.
Pone en claro que con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio... ¿Qué policía va a quemar esa mina de oro? ¿Entiende? Nosotros somos una empresa moderna, rica.
Más todavía: “Ustedes son el estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados. Ustedes tienen calibre 38. Nosotros estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en "súper stars" del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos "globales". Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros "clientes". Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos.
A la pregunta sobre qué debe hacerse, Marcola aporta una idea “aunque sea en contra de mi”. Plantea que ¡Agarren a "los barones del polvo" (cocaína)! Hay diputados, senadores, empresarios, hay ex presidentes en medio de la cocaína y de las armas. ¿Pero quién va a hacer eso? ¿El ejército? ¿Con qué plata? No tienen dinero ni para la comida de los reclutas. Estoy leyendo "Sobre la guerra", de Clausewitz. No hay perspectiva de éxito. Nosotros somos hormigas devoradoras, escondidas en los rincones”.
Confiesa que ellos tienen “hasta misiles anti-tanque. Si embroman, van a salir unos Stinger. Para acabar con nosotros... solamente con una bomba atómica en las villas miseria. ¿Ya pensó, Ipanema radiactiva?
E insiste: “Entiéndame, hermano, no hay solución. ¿Saben por qué? Porque ustedes no entienden la extensión del problema. Como escribió el divino Dante: "Pierdan todas las esperanzas. Estamos todos en el infierno".
Y en Venezuela, añade, “tenemos a nuestro mejor discípulo, Hugo Chávez, en solo 10 años destruyó un país emergente, con mucho potencial de súper desarrollo, cosa que a nuestro padre Fidel le costó mucho más tiempo, Chávez es más importante porque está en el poder colocado por el soberano pueblo marginal analfabeto, ayudado por las propias fuerzas armadas, ahora en manos de una gran cantidad de changaras infiltrados durante muchos años en su seno, con protección pagada a Cuba y con permiso del mismo imperio para desplazarse libremente por el mundo sembrando su veneno en otros países que también se han descuidado y se preocupan por otras cosas sin importancia y NO QUIEREN ver lo que está haciendo el ANTICRISTO DEL SIGLO XXI.
Vale la pena reflexionar. ¿Quiere?