En estos casi tres años de la 4T, una de las palabras más repetidas es sin duda “estigmatizar”. La escuchamos o pronunciamos casi a diario. Resulta lamentable una utilización tan frecuente en un México que muchos queremos más amplio, abierto, plural, incluyente e integrador.
Los motivos de que hayamos recuperado y desempolvado del diccionario el uso de este concepto son numerosos, más aún en un país que ha vivido una cultura proclive a la estigmatización del otro, del diferente, del diverso.
Sería prolijo hacer un repaso histórico del empleo de una palabra que debiera ser cosa del pasado porque refuta el carácter nacional, multiétnico y diverso de un México que aun y cuando global, no deja de estigmatizar de miles de formas a amplios segmentos poblacionales por diferentes causas y motivos.
Es cierto, México ha avanzado y mucho en la tarea de impedir la estigmatización de núcleos poblacionales todavía muy amplios, pero queda mucho por hacer hacia adelante para que el país y sus componentes poblacionales terminemos de entender la necesidad de reconocernos unos a otros como parte de un mosaico nacional, cuya diversidad configura el mejor augurio de un futuro enriquecedor por su diversidad y tonalidades. Es parte del trabajo que aún nos aguarda hacia adelante.
Un ejemplo simple que tengo a la mano de esto es el que constaté hace muy pocos días en el pueblo mágico hidalguense llamado Real del Monte, un baluarte de una rica y generosa tradición cultural que se expresa de mil formas en su gente, su cocina y aún el vocabulario popular.
Una mujer, de esas que definimos habitualmente como “entrada en años”, vendedora además de pan tradicional, incluyendo el pan de pulque, los camarones rellenos de piña -así llaman un pan en forma lógicamente de camarón- y otras muchas suculencias, soltó esta frase para asegurar la calidad de su vendimia: “juro ante Dios que está muy rico”. La expresión concitó mi atención porque asumo que refleja una de las formas peculiares del lenguaje popular, tan portentoso y singular en toda la geografía mexicana.
Podría citar otras muchas expresiones de uso popular, incluso algunas que nos hermanan con países distantes como -por ejemplo- Venezuela, donde los gochos -como llaman a los oriundos de los Andes venezolanos- utilizan giros verbales que coinciden con muchos que utilizamos en México, pero eso es otra historia que un día contaré con más detalle.
Retomo el concepto de estigmatizar, de uso creciente hoy en las altas esferas del poder político que rige en nuestro país. Así, se estigmatiza desde el poder a periodistas, empresarios, políticos, ciudadanos, médicos, fifis, liberales, intelectuales, críticos, militantes, gobernantes opositores, religiosos, clasemedieros, y en resumen, a todo aquel que se ubique al margen de la 4T, así y no sea un opositor.
¿Es sano y sobre todo, útil, estigmatizar? No es sano, pero si es útil. Esto último porque sofoca cualquier iniciativa potencialmente disidente, crítica o sólo diferente. Lamentable porque inhibe, frustra y aplasta la expresión. ¿Se vale? Claro que no. El monopensamiento anquilosa y destruye el potencial de la diversidad. Considerémoslo. Sólo eso.
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@RoCienfuegos1