¿Para qué minimizar?

Persiste en México, el cuarto país con la mayor letalidad en el mundo por el Covid-19 y ahora inmerso en la tercera ola de la pandemia, la práctica de buena parte de nuestros gobernantes de minimizar el drama sanitario que registra el país. Y no se entienden los motivos que animan a las autoridades a

proceder de esta forma. Tampoco, claro, se explican pública y abiertamente los motivos o razones para que la población comprenda el asunto de la manera más amplia posible, lo que sería crítico en la carrera en la que estamos todos por impedir nuevas cuotas de vidas.

Y no se entiende este absurdo afán de minimizar o aún incluso argumentar que la cosa está menos grave de lo que indican las cifras, más todavía porque resulta que los gobernantes no son, ni remotamente, los responsables de que la pandemia en curso esté recrudeciendo y, por supuesto, haya aparecido a principios del 2020 en prácticamente todo el mundo.

Así entonces que para cualquiera que haya vivido lo que hemos visto en México y el mundo desde el 2020, resulta inexplicable el evidente afán encubridor de la realidad dura, terca y dramática, que impone el Covid-19, que sin haber desaparecido, repunta al menos bajo una nueva variante, la Delta, que se sabe tiene entre sus características la de propagarse mucho más velozmente, así y según nuestras autoridades, en su ánimo minimizador y/o encubridor sostengan que no necesariamente sería mucho más letal que lo observado con el Covid-19 a principios y durante todo el 2020 y aún los primeros meses de este 2021.

Se entiende claro que el propósito de las autoridades al echar una frazada sobre el drama sanitario por el Covid-19 sería impedir la adopción de nuevas medidas, otra vez drásticas, para contener el virus, entre ellas otro confinamiento amplio que daría al traste con la incipiente reactivación económica y social.

El celebérrimo subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, dijo hace unas horas por ejemplo que la adopción de “medidas más estrictas” fue indispensable para aplanar la curva, pero hoy día éstas ya se conocen y hay un protocolo de reconversión hospitalaria, aunque también -ojo con esta razón de López-Gatell- hay una población fatigada, por lo que forzar medidas de restricción es más difícil, en especial por las consecuencias económicas que ha representado en México.

Se deduce entonces que se admite que ante una población fatigada y una situación económica cada vez más estrecha para amplios sectores del país, se toma el riesgo sanitario, casi como algo inevitable y aún preferible.

En el ámbito educativo y con el amago presidencial de que no hay nada que impida el retorno presencial a las aulas en el inminente mes de agosto, López-Gatell apela ahora al riesgo de generar consecuencias emocionales y psicosociales ante la prolongada restricción en la educación pública, lo que hace inviable seguir limitando.

Dice López-Gatell que en estos momentos la enfermedad “no tiene un comportamiento tan virulento”, pero aclara -cito textualmente- “puede seguir causando la muerte”. ¿Entonces?

Insiste en que el confinamiento ya no implicará “cierres más estrictos” e incluso se modificará el semáforo de riesgo, supongo con la finalidad de aliviar las restricciones y dejar en la población la decisión de cuidarse o no y/o exponerse por cuenta propia.

Aún, dijo el zar antipandemia, ni siquiera en el color más alto el nuevo semáforo implicaría cierres absolutos, como en la educación.

Pero el hecho real es que la tercera ola de Covid-19 en México multiplicó exponencialmente los contagios en el país, por la presencia cada vez mayoritaria de la cepa Delta, que es altamente infecciosa.

La cepa Delta ingresó a México inicialmente por barco, tras la llegada de una decena de tripulantes nacidos en La India contagiados en un barco petrolero al puerto de Mazatlán, el 2 de mayo pasado y luego se detectó que todos tenían este tipo de Covid-19.

México es hoy uno de los líderes en el ranking de letalidad a nivel global, con 2,6 millones de contagios acumulados y más de 236.000 muertes. La cifra de casos activos estimados es de 79.445, 30% más que hace una semana, mientras que los fallecimientos aumentaron solo 0,6% y los contagios 3%.

Hasta ahora, han sido vacunadas 38 millones de personas con al menos una dosis, que representan el 42% de los mayores de edad, aunque hay zonas del país con tasas muy bajas, de alrededor del 22%.

Las infecciones y fallecimientos están afectando hoy día a personas de 18 a 49 años que no han sido inmunizadas.

¿Entonces cuál es el afán de minimizar los riesgos, o peor aún, de encubrirlos?

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@RoCienfuegos1