En el colmo de la dictadura que hace años encabeza Daniel Ortega en Nicaragua, un trastornado por el poder y devenido en un vulgar mercachifle de la política en ese país centroamericano, se acaba de emitir una orden de aprehensión contra nada menos que del escritor Sergio Ramírez, galardonado con
el Premio Cervantes 2017, el mayor premio del mundo literario español.
Pretender el arresto de un escritor de la talla de Ramírez para confinarlo, silenciarlo o algo así, a sus 79 años, revela la locura de Ortega, un voraz depredador encaramado y perpetuado en el poder nicaragûense.
A Ramírez, la dictadura de Ortega, una igual o peor a la que combatió a finales de los 70`s encarnada por la familia Somoza, se le acusa -qué exceso- de difundir discursos de odio. La acusación revela la paranoia del poder y la pretensión de acallar toda voz discrepante, crítica o inteligente, ya no digamos discrepante. Las dictaduras o regímenes aspiracionales a convertirse en eso, siempre pretenden silenciar, acallar, aplastar, sofocar y suprimir cualquier voz que no sea la suya propia, la única que pretenden como siempre autorizada para decir, mentir, engañar y/o manipular. Típico de los megalómanos del poder a ultranza. No hay sorpresa en eso. Por el contrario, es la práctica esencial de los gorilas o quienes tienen aspiraciones de transformarse en eso.
De esto, sobran las evidencias. Así fue en el Chile pinochetista, la dictadura paraguaya de Stroeesner, el gorilato de los militares argentinos, el chavismo en Venezuela, “el benefactor” Leónidas Trujillo en Dominicana y podríamos seguir citando a personajes funestos de una larga lista de la runfla de dictadores que han asolado a los países de América Latina.
La dictadura orteguista acusa hoy a Ramírez de “conspiración”, otra de las tretas de los dictadores o los aspirantes a convertirse en uno más de esa caterva maligna.
Se añade el cargo en contra de Ramírez por presuntamente haber recibido fondos de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro y de la fundación Luisa Mercado para -imagínese usted- “desestabilizar” el poder podrido de Ortega, una más de las artimañas que utilizan los dictadores o -insisto- los aprendices de ellos para justificar su negro accionar.
La acusación y orden de arresto contra Ramírez no es la única del gobierno nicaragüense. Al menos otros 34 miembros de la oposición, incluidos siete candidatos presidenciales, están señalados de conspiración contra el estado con base en leyes aprobadas por el Parlamento en diciembre pasado. Es la conjura del poder que habitualmente incorpora y hace suyos los poderes del Estado para fingir acciones con un respaldo “legal”.
Ramírez, quien formó parte en el pasado del Frente Sandinista de Liberación Nacional, -por error, ingenuidad o esperanza- ya reaccionó con valentía singular, más aún en un hombre de 79 años.
Dijo que “jamás” le será impuesto el silencio y citó como sus únicas armas “las palabras", las primeras que siempre quieren acallar los aspirantes al pensamiento único.
El escritor difundió un vídeo en el que rechaza las acusaciones.
Señaló que Ortega lo acusó a través de su Fiscalía y sus jueces de los mismos delitos que pretendieron justificar la detención y encarcelamiento de muchos nicaragüenses dignos y valientes.
Recordó que ya en 1977 la familia Somoza lo acusaba "de delitos similares a los que se les imputan hoy", y esto mientras "yo luchaba contra esa dictadura, como ahora lucho contra esta otra".
Las dictaduras “carecen de imaginación y repiten sus mentiras, sus maldades, sus odios y sus caprichos”, dijo Ramírez. Mentiras, maldades, odios y caprichos. Hay que subrayarlo.
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@RoCienfuegos1