Como un filme que se aproxima en la segunda mitad a su inevitable desenlace en medio de una alta expectativa, dividida esta entre espectadores que
confían de manera ciega en un final feliz al grado de que se haría necesario algo así como una segunda parte,
y quienes visualizan o temen al menos un epílogo de pronóstico reservado y aún dramático, se observa en buena parte la evolución del gobierno de la 4T.
¿Quién acertará en su pronóstico y / o en su temor? Impredecible porque el cisma coincide justamente con un ambiente nacional altamente divisivo, que para numerosas opiniones habrá incluso de acentuarse en la segunda y necesariamente parte del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador.
En este escenario, claro, no se ven las medias tintas, los matices, ni los tonos grises. Todo se ve en blanco, o en negro como si esto diera ganancias absolutas a unos sobre o contra otros.
El encono, el conflicto, la división han formado parte de la divisa del actual gobierno. Le ha funcionado sin duda porque elimina el riesgo de dar más combustible a las voces críticas o disonantes, que particularmente se suscitan justo en los ámbitos medios, medios altos o altos, no así útiles en los segmentos depauperados.
En el sótano de la sociedad mexicana, donde están los segmentos poblacionales más pobres y vulnerables, se mantiene incólume una opinión favorable a una gestión que tiene como divisa la atención preponderante a las personas menos favorecidas socialmente a lo largo no sólo de la vigencia de los gobiernos neoliberales, sino desde hace muchísimas décadas y aún siglos. Sin duda son los bastiones más sólidos de la 4T, a los que se sigue cultivando y cautivando porque por vez primera en todo ese tiempo, tienen un presidente que simbólicamente es como ellos, los atiende todo el tiempo, pero sobre todo les regala dinero contante y sonante. Esto último es lo más preciado para esos sectores, que no miran sino precisamente esos fondos pecuniarios -aún magros- en sus bolsillos cada cuatro o más semanas.
Aún los niños pertenecientes a esos segmentos poblacionales, reciben fondos del erario público, lo que anticipa nuevas clientelas electorales, pero sobre todo una forma de constitución personal y / o familiar. Para estos sectores, que así se “educan” y “forman”, la 4T es la simbolización del bienestar, un concepto que se propala en el discurso oficial en boga millones de veces y muchas más.
Estos sectores, mayoritarios por supuesto, preservan en su itinerario la presencia y ejercicio de un gobierno que todo el tiempo los ensalza al nombrarlos como “mucha pieza” y parte de esa frase ya interiorizada y popularizada del “pueblo bueno y noble”.
Algo más, muy llamativo, es que estos baluartes de la 4T, constituyen, sin duda alguna claro, una absoluta, aplastante mayoría nacional, el sustento político de un movimiento con inspiración de largo, muy largo plazo. En esto se mira, también sin duda alguna, la inteligencia y el aprovechamiento político con la que se está gestionando el poder político en boga.
Para una minoría, aquella que de manera cotidiana se fustiga desde el centro del poder político nacional, las cosas son un tanto y hasta mucho más complejas porque allí radica el sector más pujante, instruido y exigente del país. Pero se les descalifica para impedir su ascenso o capacidad de movilización y aún de inspiración. Se de los aspiracionistas, los que sí han podido mejorar sus condiciones de vida a través de progreso y esfuerzos asociados a los gobiernos neoliberales, los que se han corrompido y ahora han perdido privilegios ya los que se les recomienda el incluso de vitacilina. Ese es el juego. Con poco, se alinea a muchos a una causa, mientras se apalea a los menos. Es un esquema políticamente muy atractivo, pero la pregunta de fondo, es cuál será el desenlace de este filme. Hagan sus apuestas.
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@ RoCienfuegos1