Sosiego

En estos días trémulos para México como consecuencia de una serie de factores críticos, se hace urgente, urgentísimo, un paréntesis, o una pausa allí si, si

lo prefiere, para que todos los actores públicos y la ciudadanía por supuesto, iniciemos una catarsis. El país lo va a agradecer.

Están rondando diversos demonios en el escenario nacional y aún internacional si consideramos a nuestro vecino y socio del norte, que ha comenzado a emitir señales preocupantes y alertar incluso que nos constituimos como país en un riesgo de seguridad nacional para ellos. El caso de los aguacates, otro foco de tensión, y aun un anticipo de las potenciales repercusiones negativas hacia México si se prosiguen los embates estériles y las polémicas fútiles. Un apunte más: si nos preocupa Ucrania, más atención debería concitar México en estos días, donde nomás nos pasan rozando las balas.

Para empezar, don Andrés Manuel López Obrador, en su condición de presidente, Jefe de Estado, comandante supremo de las Fuerzas armadas Nacionales, mucho bien se haría asimismo y al país entero si se tomara el fin de semana para descansar un poco, relajarse, meditar, reflexionar y ponderar sus estrategias para enderezar el rumbo y resolver los entuertos, cada vez mayores. Quizá le venga bien darse un paseíto allá en su rancho de Palenque y llenarse de aire puro, paisaje y espacios verdes. Piénselo, señor presidente. Decían los antiguos, usted lo sabe, que el descanso es alimento. Quizá sea una percepción equivocada, pero muchos de sus conciudadanos y gobernados lo hemos visto exaltado, preocupado, y aún agobiado en las últimas semanas. Se entiende, gobernar un país tan complejo como México no debe ser tarea sencilla, sino harto compleja, muy exigente. Entendible que aún para usted, un auténtico zoon politikón, aunque también y al mismo tiempo un hombre de carne y hueso, resulte extenuante llevar las riendas nacionales y encima pretender una transformación histórica. No ha de ser fácil, presidente. Pero seguramente será más complicado si usted se exalta, se encorajina y se lanza al ruedo -no sé si estratégicamente- con todo, de frente, sin límites. No haga eso, presidente. No conviene al país, y tampoco a Usted. Después de todo, recuerde que todas las personas tenemos nuestros propios límites y usted no es la excepción. Además, muy lamentablemente sabemos que su salud no es la mejor, la óptima. Usted lo sabe mejor que quienes estamos atentos a su quehacer de gobierno. La edad, presidente, tampoco perdona. También lo sabe usted y aunque deseo que viva muchos años, usted sabe que la vida no retoña. Así que con todo respeto, presidente López Obrador, me permito sugerirle una tregua a su favor. Su responsabilidad es enorme, sobra decir. De lo que usted haga o deje de hacer, dependen no sólo su vida, sino la de millones de mexicanos, que esperamos un buen saldo de su gestión. A nadie le sirve -al menos no a quienes pensamos en México- un gobierno fallido, menos el que usted buscó con tanto ahínco, por tanto tiempo, y sembró muchísimas esperanza en millones de personas. Piénselo, presidente López Obrador. Abra una tregua, tome un tiempo para usted, allá en Chiapas, solito, usted y su conciencia. Se hará un favor y otro muy grande a México. Le faltan casi tres años de gobierno, quizá la parte más difícil porque el tiempo se agota y tendrá que lidiar con su herencia, la sucesión y todos los problemas de un país que -insisto- es demasiado complejo, difícil en sí mismo y por su inserción en un contexto internacional, especialmente delicado en estos tiempos.

 Esta tregua, también sería útil para los principales actores del país, inmersos en una escalada peligrosa, de dimes y diretes, alineaciones y bloques, uno más sólidos que otros. Son demasiados los problemas del país, para crear muchos más. No nos conviene, piénsenlo.

En esta circunstancia, recuerdo un episodio ocurrido en enero de 1986, durante un saludo de año nuevo al entonces presidente Miguel de la Madrid, cuando el secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, José Sosa Martínez, soltó: “si se hunde Pemex, se hunde usted, nos hundimos todos”.

¿Para qué tentar los demonios? Es tiempo de probar que México es mayor al interés de cada uno de nosotros y aún, de los grupos de “nosotros”, y mucho más que cualquiera de nosotros. Una tregua, una pausa, no haría mal a nadie y si, podría sanar, restablecer, coadyuvar.

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@RoCienfuegos1