Un monólogo hipnótico anida en México. Han pasado más de tres años de un gobierno sui géneris, cientos de matutinas presidenciales,
prácticamente, los mismos “argumentos”, casi el mismo escenario, decenas de episodios de todo tipo, una pandemia estrujante, el advenimiento de la invasión rusa en Ucrania que se prolonga con su cauda de muerte, arrasamiento y mucho, muchísimo dolor, una inflación que atenaza al mundo, el derrumbe del metro de la capital mexicana, las masacres frecuentes y muchísimas situaciones más, entre ellas la pugna de corcholatas, pero seguimos con el mismo monólogo cotidiano que crece y escala como la voz del sexenio, la única válida de todo un país, estruendosa, contundente, avasallante, presuntamente sabia, aunque bastante monótona. Vea si no con este texto, escrito en marzo del 2021. Ponga en la palestra pública el tema que quiera, el asunto que usted considere, acompañado del dato que obtenga, aun de fuentes confiables, técnicas, científicas y/o testimoniales, en una palabra cite la evidencia más clara, real y rotunda para sustentar sus tesis e hipótesis y poner de manifiesto su voz crítica, su disenso, o simple y sencillamente su opinión diferente de un gobierno que va de frente, sin escucharse más que así mismo y, aún mucho peor todavía, sin escuchar a nadie más que la voz presidencial, machacona, repetitiva, la única que retumba en el espacio nacional, la única que sabe y retiembla cada mañana desde el recinto -hoy amurallado- de Palacio Nacional. Y así andamos, sin escucharnos.
Hable, diga, grite, piense, argumente, señale. Haga lo que haga, diga lo que diga, piense lo que piense, argumente lo que argumente, revele lo que revele, sustente lo que sustente, razone como razone. Nada importa. Usted vale menos que nada frente a la voz presidencial, que no cesa, que decide lo que sí y lo que no. Es la voz total, absoluta, única. Ay de aquel que discrepe, disienta, contraargumente, piense distinto. Usted no tiene ni tendrá nunca razón. Si usted disiente, critica o señala algo que contravenga la voz, el dato, el argumento y aún la mentira presidencial, usted debe ser un resentido del cambio, un opositor, un conservador, un fifí, un corrupto, una persona -si es que le hacen favor de llamarla o considerarla así- que no entiende la transformación de calado hondo, alguien que seguramente quiere que se siga saqueando al país, una momia que calló ante los excesos, las pillerías y la corrupción rampante del periodo neoliberal. Si usted disiente, es casi casi un traidor a la patria, de súbito, transformada ésta hoy en humanista, incorrupta, progresista y grande. ¿Por qué así? Porque lo digo yo.
Si usted habla de que la economía se desplomó, usted debe ser un neoliberal y no un revolucionario que ahora, en lugar de medir el PIB nacional, mide la felicidad nacional. Si dice que hay un militarismo creciente de actividades antes reservadas a civiles, es que usted seguramente hacía negocios con los corruptos neoliberales. Si usted critica la inseguridad pública creciente que ni Alfonso Durazo pudo contener, si, por aquello de la descripción presidencial que lo consideró un funcionario ejemplar al que incluso se quiso convencer de permanecer en su cargo antes que partir a Sonora en busca de la gubernatura, es que seguramente usted es un aliado del crimen de cuello blanco y también del organizado. Si usted señala que la pandemia del coronavirus ha dejado un saldo catastrófico y entre los primeros del mundo, usted desconoce que México es un ejemplo a escala mundial en el manejo de esta enfermedad, y seguramente también ignora que apenas vamos llegando a los 200 mil muertos, -números de marzo de 2021- una cifra menor comparada con la población total del país.
Si usted critica el uso de energías sucias como el combustóleo y el carbón es que usted tiene un gusto pésimo al ignorar lo feo que se ven las hélices generadoras de energía limpia y pretende hacer ricos a los empresarios extranjeros asociados con los gobiernos neoliberales corruptos que pretendieron enajenar incluso a sus progenitoras si es que alguna vez tuvieron.
Bueno, si usted defiende la causa de las mujeres debe ser porque hace politiquería y se disfraza de feminista con un intento claro y siniestro de socavar un régimen que ya se inscribe por decisión propia en el calendario sublime de la patria y se equipara con los tres grandes movimientos fundacionales de México, así y luego se haya traicionado a cada uno de esos periodos con el advenimiento nada más pero nada menos que del obscuro, podrido, corrupto y nefasto periodo neoliberal.
Ah, y si usted publica en pasquines inmundos como Reforma y/o El Universal, pues es que está llorando la pérdida de los chayotes o de los jugosos contratos publicitarios que extendían a manos llenas los putrefactos gobiernos del régimen neoliberal, y que por supuesto se han cancelado en nombre de la pobreza san franciscana y/o de la austeridad republicana, claro.
Ah, casi olvidaba el asunto del avión que ni Obama, luego Trump y ahora Biden tienen. En este tema, tampoco usted tiene razón. Mire nomás que hay ahorros por más de 300 millones de pesos gracias al no uso de semejante portento aéreo, ya rifado, eso sí, para abastecer de fármacos e infraestructura médica por aquello de la pandemia que nos cayó además como anillo al dedo. Y así, podemos seguir. ¿Qué otro tema se le ocurre? Si, en ese que está pensando, tampoco tiene razón. ¡Pamplinas y más pamplinas!
¿Cómo habrá usted de entender que en nada tiene razón? ¿Cómo habrá de entender que sus argumentos o son maliciosos o están equivocados o los defiende porque usted es un perverso y corrupto?
Usted tampoco ha entendido que lo único y mejor que puede hacer es permanecer callado, ciego y sordo, pero además detrás de la raya, porque la 4T está trabajando a todo vapor, sin descanso ni tregua, con cero corrupción y una eficacia tal que el país será otro a menos claro que el ganso mengüe al amanecer.
Este texto, buena parte de él, lo escribí en marzo del 2021. Lamento decirle que en efecto, sí, vivimos un gran cambio, pero el gatopardiano, aquel según el cual todo debe cambiar para que todo siga igual, o peor incluso, pues qué más da.
Roberto Cienfuegos J.
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@RoCienfuegos1