México sufre hambre. Lo peor es que entre el 2020 y el 2021 repuntó tres puntos porcentuales la cifra de hogares en zonas rurales
que enfrentan cada día una inseguridad alimentaria severa. Esto créanlo o no amplios sectores del país y aún un gobierno que hace de los pobres sus mejores clientes para seguir medrando políticamente, es decir, para avanzar su agenda de poder, la esencia de todo político, grupo y clase.
También es cierto que el fenómeno del hambre, como muchos otros que castigan a México, no es nuevo. Data de mucho antes incluso de que ascendieran y ejercieran el poder los llamados gobiernos neoliberales, un periodo y una gestión en conjunto de casi cuatro décadas que hoy utiliza con buenos dividendos el discurso oficial en boga para “explicar” todos, si, todos los males del país, y peor aún, para justificar los malos resultados que tenemos a la vista para todo aquel que quiera verlos.
A ver. Datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2021 (Ensanut), publicados hace unos días, revelan que al menos seis de cada 10 hogares mexicanos pasan penurias debido a la carencia de alimentos suficientes. Al menos uno de los integrantes de la familia suele omitir a veces una comida al día e incluso tres como consecuencia de la falta de recursos suficientes para adquirir vituallas. Así andan las cosas en el país.
Según la Ensanut, un organismo gubernamental, que conste, casi 61% de los hogares mexicanos se enfrenta de manera cotidiana al tema de la inseguridad alimentaria, ya sea leve, moderada y/o severa.
Por circunstancias, la inseguridad leve impacta al 34,9% de los hogares, seguida de la moderada con 15,8% y la severa, 10,1%, un total de 60.8 por ciento de la población del país. Se dice fácil, se padece con dureza.
Según la misma fuente, sólo 39% de los hogares del país tiene seguridad alimentaria. Ninguna de las personas en esta privilegiada categoría poblacional sufre por la calidad o cantidad de los alimentos.
Una explicación de los autores del informe hace ver que la inseguridad alimentaria leve se asocia con el sacrificio en la calidad de la dieta, la moderada impone restricciones en la cantidad de los alimentos consumidos y la severa ocurre cuando se omiten tiempos de comida o se deja de comer todo un día por la falta de dinero. Este tipo de desnutrición impacta a niños y adultos, con la merma consecuente en la salud y el bienestar de las personas.
La Ensanut 2021 también dejó ver que la inseguridad alimentaria en mayor grado ocurre en los hogares de zonas rurales, con 71%, seguida de los urbanos con 66,4% y la que sufren los residentes en zonas cercanas a las ciudades con 53,5%.
Añadió que la mayor proporción de familias que enfrentan una condición de inseguridad alimentaria se ubica en el centro del país (72,4%) y el Pacífico Sur (70,5%).
Se añade que un 68,4% registró un alza en sus gastos generales y 72% un incremento en el desembolso en alimentos durante 2020 y 2021.
Además, el 27,1% de los casos reportó que al menos uno de sus miembros dejó de percibir ingresos, algo que podría estar vinculado con la pandemia del coronavirus y 38,8% admitió que al menos uno de los miembros de la familia sufrió una merma salarial, mientras que un 24,8% dijo que al menos un miembro de la familia se quedó sin empleo.
Aún hay más datos. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), entre el 2018 y el 2020, las personas en situación de pobreza pasaron de 41.9% a 43.9%, o dicho de otra forma, de 51,9 a 55,7 millones de personas, de un total de 126 millones de habitantes.
Se añade a esto, la espiral inflacionaria que flagela al país y que se ha acentuado. Sólo en los primeros quince días de julio pasado, la tasa se ubicó en 8,1%, el pico máximo de los últimos 21 años. Peor ha sido que el costo de los alimentos se disparó al doble, al 16%, según cifras oficiales.
Quizá con excepción de los subsidios a las gasolinas, que aun cuando repercuten en costos millonarios que alguna vez pasarán la factura, mantienen contenidos los precios, las tratativas del gobierno para frenar la inflación con base en el denominado Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC), para no subir los precios de la canasta básica, han resultado hasta ahora políticas cosméticas y/o, como decimos en México, una política para tapar el ojo al macho y tratar de hacer ver que el gobierno algo está haciendo. Pero el hambre está en México, y quienes peor la sufren son los más pobres.
Roberto Cienfuegos J.
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@RoCienfuegos1