El 15 de julio del 2021, hace justo 14 meses, el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyo gobierno acaba de dar un giro dramático ante el auge
criminal y el virtual fracaso de la estrategia de “abrazos y no balazos”, que ha acompañado con el argumento de que para alcanzar la paz hay que hacer justicia e ir a las causas que engendran la violencia, admitió en su matutina de esa fecha ya lejana que “si no pacificamos a México, no podremos acreditar la cuarta transformación”. Yn”.
Y justo es lo que está hoy en juego, 14 meses después de aquella aseveración matutina, asentada además en la versión estenográfica del portal presidencial, y cuando el tiempo sexenal se achica y el poder presidencial, con todo y el apoyo popular que aún concita según diversas encuestas, irá cada vez en mayor mengua conforme avancen los días, las semanas y los meses. Esto porque después de todo el tiempo se agota junto con el poder.
Es casi seguramente porque él sabe que el tiempo juega cada vez más en su contra, que en medio del debate sobre el traslado de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, admitió que cambió de opinión. ¡Pácatelas! ¿Él cambió de opinión? Así están y peor que pueden ponerse las cosas para que a estas alturas sexenales él mude de opinión.
Claro, atribuyó su cambio de opinión como una consecuencia de ver “el problema que me heredaron" en referencia a la inseguridad y la criminalidad que asolan al país, así hayan pasado ya casi cuatro años después de que asumió la presidencia del país y cuando las cifras acreditan el desastre que vive México por el crimen organizado y los protagonistas de éste. Y ni hablar de las víctimas, la peor parte de todo y que suman miles y miles.
Y es que en la matutina referida, la del 15 de julio del 2021, una periodista le recordó al presidente su promesa de regresar a los militares a los cuarteles en un periodo no mayor de seis meses, si, de seis meses, si es que los mexicanos lo elegían presidente. Lo eligieron, pasaron casi cuatro años y el crimen se mantiene como Johny Walker, súper campante. Por supuesto que esto debe preocupar y mucho a López Obrador porque como él dijo en julio del 2021, la 4T, su criatura política más lograda, podría no ser acreditada. Y eso pues sí que debe calentar, más aún luego que se ha probado el abrazo sobre el balazo, la acusación con las madres y el aun el recurso extremo del chancletazo con las abuelas.
Pero nada, que ya cuando el sexenio entra en su parte final, López Obrador se comprometió a seguir “trabajando en garantizar la paz, la tranquilidad”, así éstas estén cada vez más lejanas de la geografía mexicana.
Convencido de que su gobierno, con los estatales y municipales, seguirían a avanzando hasta pacificar el país, según dijo hace 14 meses, López Obrador admitió que el tema constituía -entonces y ahora, agrego- “un desafío” y una responsabilidad. Y aun un reto político porque -dijo entonces- “si no terminamos de pacificar a México, por más que se haya hecho, no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno”. Y para allá va.
Y volvió a los dardos que siempre dispara en las matutinas. Dijo entonces que sus adversarios se frotaban las manos. Insistió en que su gobierno tenía en marcha “una estrategia distinta” frente a la de los conservadores autoritarios, partidarios de la mano dura, de las medidas coercitivas, de cárceles y aún de leyes más severas.
Invitó entonces a los reporteros a recordar “¿cómo era antes? Y parafraseó a sus adversarios al señalar que ellos “se ponían frente a las cámaras a decir: ‘No me va a temblar la mano, la ley es la ley¨”, algo que calificó entonces de “balandronadas”.
Por eso, recetó: “lo que se tiene que hacer es atender las causas y gobernar con el ejemplo”. Defendió además su estrategia de “abrazos y no balazos” y retó: “vamos a demostrar que funciona”. Esto hace 14 meses, insisto.
Más todavía, hizo ver que “la paz es fruto de la justicia. Es un enfoque completamente nuevo”.
Insistió entonces en que debido a la ausencia antes de justicia y de un enfoque nuevo, algo que su gobierno si ha ensayado en estos últimos años, es que “creció tanto el problema de inseguridad y de violencia, porque nunca atendieron al pueblo, se dedicaron a robar, nunca atendieron a los jóvenes, lo único que hicieron por los jóvenes fue una genialidad, acuñar una frase y llamarles ‘ninis’, y hasta se reían, ni estudian, ni trabajan, ‘ninis’.
De ribete, arremetió como tantas veces contra el neoliberalismo, que consideró “un dogma”, causante de enajenación, perturbación y obnubilación.
En cambio ahora, dijo entonces, “ya no vamos a seguir con eso. Eso no da resultados, eso nos hizo mucho daño, eso causó la crisis de México”, y aunque admitió que no sería fácil, dijo que esta vez en su gobierno se iría “a lo seguro”.
Y sin embargo, 14 meses después y tras darse cuenta de la gravedad del problema que dice le heredaron, López Obrador retoma la ruta de la militarización, o del uso de militares, a los que les echa ahora el bulto, por los que decide cambiar de opinión, por los que aboga ante el legislativo, lo mismo que por la prisión preventiva oficiosa, cuya supresión -argumenta- abriría la puerta a miles de delincuentes, así muchos de ellos estén pendientes de un proceso y una sentencia en firme.
¿Entonces? Se retoman la mano dura, las acciones coercitivas, y las cárceles, en un golpe de timón cuando faltan escasos dos años para poner pies en polvorosa rumbo a Palenque. Vaya cambio de opinión al cuarto para las doce, cuando suene la campana del recreo o el alejamiento definitivo, o tal vez no según lo que digan la ciencia, la política y el Creador.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1
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