Decían los antiguos con base en un refrán popular de origen bíblico: “hay tiempos de tirar cohetes y tiempo de recoger
varas”. Sobre el punto, la Real Academia de la Lengua abunda: “todo tiene su tiempo, todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo". Hoy en México es el tiempo de la Cuarta Transformación, una oportunidad singular y hasta histórica- a la que se han incorporado con un frenesí digno de mejor causa centenares de políticos, dirigentes, actores sociales, activistas, intelectuales, sacerdotes, académicos y una amplia pléyade de aventureros de toda laya y con el estómago lo suficientemente curtido para tragar ranas y sapos a cambio de algún trozo del pastel de moda. También se han incorporado a este movimiento sin precedente en la historia contemporánea del país, no pocos periodistas y pseudocomunicadores, ansiosos de cosechar los frutos de su adhesión a una causa que sin duda les está redituando, por ahora, pingües beneficios. Hasta los escucho reclamar: “queremos pastel, pastel, pastel”. Están alineados y alienados. Muchos de ellos, aun cuando no están del todo convencidos del proyecto en boga, justifican su adhesión al movimiento de esta época con el “argumento” de que actúan a partir de su sagacidad personal, y aún del convencimiento de que la causa referida llegó para quedarse un tiempo prolongado. Y claro, no quieren perder el tiempo para aprovechar la ola en pleno auge, aun cuando ésta pueda desvanecerse en la rada porque en esta vida nada es para siempre y tampoco está al ciento por ciento garantizado.
Otros más creen que lo de hoy y suponen que por muchos años más, -insisto- es sumarse al movimiento denominado 4T. Es curioso sin embargo que muchos de esos encaramados en la ola “chic” o ”nice” del momento, si se prefiere, se forjaron haciendo lo mismo que saben hacer en los tiempos más nefastos del neoliberalismo, hoy tan repudiado y venido a menos conforme a una voz que emerge prácticamente cada mañana del Palacio Nacional, el humilde recinto presidencial de este país, y donde habita el Siervo Mayor de la Nación con la mayor sencillez posible, dicho sea de paso.
Aunque ciertamente no sabemos, quienes somos poco audaces y nos asumimos sobre todo como simples mortales, cuánto tiempo será el de la 4T, un movimiento que hace todo lo posible y hasta lo imposible para asegurarse una larga estadía nacional, será cosa de ver el desenlace de este tiempo, un capítulo en el prolongado y ese sí interminable canevá de la historia. Hay acechanzas tras un buen número de muros y paredes. Al movimiento se le otea además y de tal forma -así prefiera la opacidad y el disimulo- que hace recordar las hornacinas en numerosas esquinas del Centro Histórico de la gran Ciudad de México, esos ángeles guardianes que no descansan nunca.
Lo ocurrido, por ejemplo, el viernes pasado en Xicoténcatl, la antigua sede del Senado de la República, muy cercano, por cierto, al famoso teatro "Fru Fru" de la recién extinta Irma Serrano, la Tigresa, se inscribe en ese movimiento de los “audaces”, los seguidores a pies y manos juntillas -ya por interés, conveniencia o simple servilismo- del Siervo número uno de la Nación. La actuación de los senadores, con o sin quórum, y aún una genuina cochinada parlamentaria para decirlo con todas sus letras, refleja su convicción de que se vale todo y que aun todo es poco, en la lucha absoluta por mantenerse en la gracia del señor, cuya permanencia aun cuando pudiera ser etérea o por interpósita persona, es hoy el verdadero amo y dueño de vidas y haciendas. Vaya paradojas de un tiempo que se ostenta y pregona bajo la etiqueta de “diferente”. ¿Respecto a qué? El pasado sigue tan presente hoy día que su permanencia y peor aun retorno, abruma, como si de pronto nada hubiera ocurrido durante muchos años en México. Es la viva imagen del surrealismo.
Y si acaso nos negáramos a explicarnos a través del surrealismo y optáramos por la vía del marxismo, tendríamos que decir entonces, que la historia nunca se repite y cuando esto ocurre, una vez resulta una tragedia y la segunda, una farsa.
Así que veremos lo que ocurre cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación tenga la voz cantante y definitiva. ¿Se respetará en este tiempo la voz inapelable del máximo tribunal o se le demolerá para saldar la deuda con el tiempo?
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1