Cada vez más preguntas se acumulan en torno a la verdadera personalidad e intereses del presidente Andrés Manuel
López Obrador, que entre agosto del 2018 y mayo del 2023, en menos de cinco años pues, pasó de prometer a jueces, magistrados y en general a todos los integrantes del poder judicial federal que en su presidencia no habría de entrometerse en las resoluciones de su competencia, ni tampoco tendría palomas mensajeras ni halcones amenazantes, a acusar hace pocos días a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de querer propinarle un “golpe de Estado técnico”, lo que sea que esto signifique y significa. ¿Pues cómo es eso de que el máximo tribunal constitucional del país pudiera perpetrar semejante cosa, denunciada por el presidente en Palacio Nacional? Se trata de una acusación temeraria, de esas que mueven a muchas y muchísimas interrogantes.
Es cierto, no son infrecuentes las veces que el tiempo y las circunstancias cambien el parecer de las personas en general, pero que un presidente y jefe de Estado alerte sobre “un golpe de Estado técnico”, a cargo de otro poder público como es el judicial, pues resulta altamente grave, delicado y preocupante.
López Obrador suele decir demasiadas cosas sin la ponderación precisa que cualquier ciudadano de este país podría y debería esperar de un presidente. De allí que muchos observadores de la cosa pública mexicana planteen que un examen de mejor calidad sobre el mandatario y sus normas de conducta tendría que sujetarse mucho más a lo que hace que a lo que dice cada mañana, en ocasiones con un desparpajo que algunos más interpretan como inherente a los nacidos en el cálido Tabasco tropical.
A ver, El ocho de agosto del 2018, cuando López Obrador recibió su constancia como presidente electo de México, tras las elecciones del primer domingo de julio de ese año, dijo esto ante la cúpula del poder judicial del país: “No habré de entrometerme en las resoluciones que a ustedes competen. En el próximo Gobierno el presidente no tendrá palomas mensajeras ni halcones amenazantes. No habrá peticiones ilegítimas cuando estén trabajando en dictámenes. Habrá un absoluto respeto a sus veredictos".
Y dijo más: “Ofrezco a ustedes, señores magistrados, a los legisladores y a todos los integrantes de los poderes, que no habré de meterme de manera alguna a las resoluciones que a ustedes competen”.
Garantizó incluso que “El Ejecutivo no será más el poder de los poderes ni buscará someter a los otros poderes”. Eso dijo, prometió, ofreció.
Antes del discurso institucional y constitucional del entonces presidente electo de México, el mismo que ahora gobierna, claro, la magistrada presidenta del tribunal, Janine Otarola, aseveró que los jueces servirían como un contrapeso a las mayorías dispuesto a vigilar los derechos de las minorías.
Por ello, contrasta en grado extremo que ahora el mismo López Obrador que prometió un respeto total a la división de poderes y los dictámenes del poder judicial, acuse al máximo tribunal constitucional del país de orquestar un “golpe de Estado técnico”. Vaya machincuepa o transformación presidencial.
Y todo porque un juez de distrito determinó la suspensión definitiva de los tramos tres, cuatro, cinco norte y seis del Tren Maya, una de las obras insignias del presidente.
La acusación presidencial, que sigue a la andanada ya casi cotidiana de López Obrador contra todo el poder judicial y en particular enfocada a la presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, sería algo así como una embestida de tipo judicial contra el Jefe del Ejecutivo federal, que está que no cree ni en su sombra tras una serie de reveses del máximo tribunal constitucional del país.
Pero en realidad el viraje de las percepciones presidenciales, de hondo calado y evidente para todo aquel que quiera abrir los ojos, hace pensar que se aproximan días aún mucho más turbulentos que los que hemos visto a lo largo de este sexenio, no cualquier sexenio, sino uno que se autoproclama -no se olvide- como el promotor e impulsor de un cambio de régimen, lo que esto signifique y significa. Haga sus apuestas.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1