Desperdigada en las páginas de El Universal el sábado pasado, pudo leerse una carta que el 15 de noviembre de 2018,
un grupo de académicos y artistas envió a Andrés Manuel López Obrador, entonces presidente electo, en la que le expresaron su preocupación por la construcción del Tren Maya y el Corredor del Istmo de Tehuantepec.
Entre los firmantes estaba el historiador Alfredo López Austin (1936-2021), quien, indignado, entregó la carta en la casa de campaña de López Obrador de la Colonia Roma.
Ese documento fue publicado el sábado con el permiso -dijo el diario- de la viuda del Premio Nacional de Artes y Literatura 2020.
Se trata de un escrito, inédito hasta el sábado 19 de agosto pasado. Allí el investigador pide respeto para el pueblo mexicano, y hace una serie de precisiones que vale la pena exponer y comentar a la luz pública cuando han pasado cinco años prácticamente desde el ascenso al poder del hoy presidente de la república.
López Austin, pidió respeto “para los millones de mexicanos que dieron su voto, no para encumbrar a un líder, sino para dignificar a un país sumido por décadas en la corrupción, el expolio y la violencia”. Cinco años más tarde, el líder sigue encumbrado tras la reivindicación personalísima de los 30 millones de votos antes que la comprensión de que estos millones de sufragios tuvieron el propósito de “dignificar a un país sumido por décadas en la corrupción, el expolio y la violencia”.
México, muy deplorablemente, sigue hoy sumido en la corrupción, el expolio -botín de los triunfadores- y ni hablar de la violencia. ¿Hay dudas en esto? Hay que decirlo para que se escuche, se lea y se reflexione.
La carta también pidió respeto para quienes han entregado su vida al arte, las letras, la ciencia o la lucha ciudadana, al considerarlas vías válidas para realizar beneficios reales al pueblo al que pertenecen y se deben.
El respeto también se pidió para quienes coordinan sus esfuerzos para alcanzar sus metas artísticas, literarias, científicas o de acción ciudadana, entendiendo que la acción colectiva es más eficaz que la individual.
Lo mismo para quienes ofrecen su ayuda a los organismos políticos en los que creen o creyeron, sin expectativas de favores, puestos, privilegios, reconocimientos personales u oportunidades empresariales.
El respeto que se pidió fue también para “los jóvenes que ingresan año tras año a escuelas de nivel medio, academias y universidades, no para formar parte de una élite, sino para desarrollar sus capacidades sociales y nacionales en beneficio de su sociedad y su cultura. Muchos ingresan con esa ilusión, aun sabiendo que el suyo es un país que ni siquiera les promete un futuro digno, ni siquiera una apertura para externar sus voces, ni siquiera una garantía de que no serán descalificados por quienes se supone que deben escucharlos”. El viernes 18 de agosto pasado fuimos testigos del respeto presidencial en el caso de los cinco jóvenes en Jalisco, cuyas vidas están envueltas en la incertidumbre y se teme -si no es que da por hecho ya- que esos muchachos -como dijo el padre de unos de ellos este fin de semana- fueron brutalmente masacrados y obligados incluso a perpetrar actos de barbarie extrema.
López Austin también pidió respeto “para los niños que vislumbran en el cultivo del arte o de la ciencia una vida de realización personal en aras de una nación y de un mundo transformables como nichos del ser humano”.
La respuesta del entonces presidente electo fue negativa y de descalificación. Poco y aun nada ha cambiado esto en cinco años, muy infeliz y sobre todo cada vez más trágicamente. Aún el discurso del poder sigue siendo el mismo después de un lustro. No es oye y mucho menos se escucha, claro.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1