Hay hechos, fenómenos y/o problemas en México, cuyas soluciones no terminan de llegar y que abonan la idea de que
son imposibles de resolver. De estos temas, aparentemente irresolubles y prolongados en el tiempo, hay varios y aun podrían ser muchos, pero aludiré por economía y en abono de un mejor entendimiento, a dos de ellos que me resultan especialmente graves porque reflejan con mucha claridad al menos dos cosas: incapacidad y complacencia, en ambos casos con fines insospechados y aún inconfesables.
Veamos el primero, en marzo de 2019, el gobierno anunció con bombo y platillo la creación de la Guardia Nacional, un cuerpo militar que se formó de manera predominante con efectivos de las Fuerzas Armadas nacionales, aun cuando también incorporó en menor medida a agentes de la extinta Policía Federal de Caminos. Al margen del proceso tortuoso de institucionalización de la Guardia Nacional, cuyo traslado e incorporación a la Secretaría de la Defensa Nacional quedó en vilo por una decisión en abril de este año de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, este cuerpo militar no ha hecho la diferencia en cuanto a aminorar con su actuación los elevados índices criminales que hace años flagelan al país y lo hunden cada vez más en una barbarie criminal, según todos los datos fidedignos al alcance.
¿Para qué se creó la Guardia Nacional hace más de cuatro años? Se dijo que era la respuesta del gobierno en curso para abatir los índices criminales en México. ¿Se ha cumplido esta tarea? Pues no, es obvio. ¿Los motivos de semejante fracaso? Pueden darse todo tipo de argumentos, una especialidad nacional, pero ninguno de ellos cambiará el fracaso que se refleja en la dolorosa pérdida creciente de vidas y aún de patrimonio de millones de mexicanos. Tampoco nos traerá calma o resignación ni mucho menos conformidad ante el estado que guarda la seguridad pública nacional.
La Guardia Nacional constituye una fuerza formidable. Al cierre del 2022 esta fuerza sumaba casi 130 mil personas, muy por encima de las casi 99 mil que enlistaba a finales del 2020. Se le han invertido millones de pesos en formación, entrenamiento, equipos, pero no ha cumplido el propósito para el que fue creada.
En mayo del 2022, la Guardia Nacional disponía ya de 239 cuarteles en todo el país, instalaciones que por supuesto absorben recursos públicos cuantiosos. ¿Se justifica ese gasto o inversión si usted prefiere con base en los resultados concretos y aún medibles que tenemos a la vista de quien los quiera ver?
Desde su creación la Guardia Nacional sostiene el compromiso de salvaguardar la vida, integridad, seguridad, bienes y derechos de las personas, así como preservar las libertades. También tiene como objetivo el contribuir a la generación y preservación del orden público y la paz social, salvaguardar los bienes y recursos de la Nación, acometer acciones de colaboración y coordinación con entidades federativas y municipios. Eso dice. ¿Ha cumplido la Guardia Nacional? Usted tiene la respuesta.
De manera paralela, es también de señalar que desde el año 2006, cuando el entonces presidente Felipe Calderón anunció su guerra contra el crimen y el narcotráfico, han pasado 17 largos, larguísimos años, y seguimos bajo el asedio criminal y sin que los sucesivos gobiernos de toda laya, hayan podido crear, equipar, desarrollar y consolidar una policía técnica u operativamente eficaz para enfrentar la delincuencia y el crimen organizado. ¿Imposible? ¿Por qué? Este sexenio se decantó por los militares y las machincuepas verbales para justificar semejante emprendimiento, resultan hilarantes. ¿Por qué tanta incapacidad? ¿Qué hay detrás de ésta? Y si no fuera así, el gobierno de turno nos debe al menos una explicación. Los ciudadanos tenemos derecho a exigir cuentas y eficacia ¿No le parece?
Un segundo tema. Ayer martes 26 de septiembre se cumplieron nueve años, si, nueve, de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Cuatro de estos nueve años correspondieron al gobierno del Licenciado Peña, como el presidente López Obrador llama a su antecesor, y cinco, si, cinco del que él encabeza, y sin embargo, el caso está vuelto un margallate mayor. ¿Por qué? Ni el gobierno de turno, que reivindica una calidad diferente respecto a los anteriores, y mucho menos el que presidió el Licenciado Peña, han podido resolver el caso Ayotzinapa. ¿Por qué? ¿Qué intereses esconden? ¿Por qué en nueve años éste o el anterior gobierno, no han dado una respuesta convincente a las madres y padres de esos 43 muchachos que una noche de septiembre desaparecieron, murieron o fueron masacrados en Guerrero?
Parece que una vez más triunfa la incompetencia o se incurre en la complacencia, dos conductas abominables cual más. ¿Deberíamos acostumbrarnos a esto?
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1