Es probable que usted crea otra cosa, pero desde mi perspectiva, lo ocurrido hasta ahora en Nuevo León, tiene como
telón de fondo tres hechos políticos que están carcomiendo la vigencia plena del Estado de derecho en el país, una meta que no por inalcanzada todavía debería dejar de ser la guía, estructura o fundamentación ineludible de una nueva etapa nacional.
Los tres hechos que registro son, uno, el desdén por la ley que tenemos la mayoría de los mexicanos, y en especial los gobernantes, los primeros, pero no los únicos, que se burlan de ella, más aún cada vez que estorba, impide o elimina sus ambiciones y aun sus creencias de que ellos son la ley; dos, la soberbia en el ejercicio del o los cargos conferidos y aún de los conquistados en las urnas, muchos de los gobernantes en México pierden la brújula, se creen imantados por un don divino o algo por el estilo, dicho de otra forma creen que el piso por el que caminan es si acaso el preámbulo mínimo del cielo que merecen, y, tres, suelen ser bastante ignorantes, al grado de que ignoran que lo son como somos prácticamente todos, nos demos o no cuenta de ello.
En la crisis institucional que sacude todavía este lunes a Nuevo León convergieron al menos estos tres elementos. Es un hecho contundente que la Suprema Corte de Justicia de la Nación -tan vapuleada por el poder presidencial en estos años y más gravemente durante el año que termina- determinó, así haya ocurrido de última hora, la admisión de una controversia constitucional, según la cual y conforme a la determinación del legislativo local, Luis Enrique Orozco debía asumir de manera interina el poder ejecutivo estatal.
Esto último no ocurrió debido a que el secretario de gobierno, Javier Navarro,” argumentó” el desistimiento de García de la licencia de seis meses al cargo, con lo que reasumiría la gubernatura sin necesidad de notificarlo al Congreso.
No obstante, una parte de los diputados al congreso neoleonés ha señalado que García incurriría en un acto ilegal en caso de persistir en su propósito e interés de preservar u ocupar la gubernatura de ese estado. Así, en lo que toca a la parte clave de este embrollo, es decir, el tema legal.
El segundo elemento tiene que ver con la soberbia del propio García, alentada no en poca medida por su esposa, la “influencer” Mariana, quien, al margen de cómo se la vea, ejerce un papel crítico en la avanzada de su esposo y padre de su hijo. No sé si en este caso se cumple el dicho de que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer. Es probable que ni lo uno ni lo otro, pero esto ya entra en un ámbito distinto al que es de destacar en cuanto al predominio de un ejercicio de soberbia política, lesivo al menos la mayor parte de las veces que se practica con base en la creencia predominante de los poderosos que ellos están por encima del promedio, cuando no en una ubicación a años luz de una inmensa mayoría de simples mortales que los idolatran, admiran y aún endiosan. Bueno pues.
El tercer factor me parece que ha jugado en este caso es la ignorancia en el ejercicio del poder o novatez política, cualquiera que esto último incida. Uno, quien desempeña un cargo o función pública debe estar enterado y si no bien aconsejado o asesorado sobre los márgenes que las leyes imponen, en cualquier caso. No parece haber ocurrido ninguna de estas prácticas en el episodio Nuevo León. Creyeron que el carisma, los tiktoker y hasta sólo su presencia y perfil bastaban y sobraban para escalar. Añada a esto que alguien o algunos los animaron a creer que eran imparables. Lo peor fue que lo creyeron.
Ya se verá qué ocurre. Tal vez usted piense otras cosas. Enhorabuena si es así.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1