Cuesta arriba

Una vez convertida en la virtual presidenta electa de México, un mero trámite, según consideró en vísperas del dos

de junio de 2024, uno se pregunta si ¿Claudia Sheinbaum Pardo habría imaginado que la esperaba el peor tramo, casi seguramente el más empinado o el más cuesta arriba de su carrera política antes de sentarse en la Silla del Águila? título que dio Carlos Fuentes a su novela sobre las intrigas, las ambiciones y el drama por el poder que vio la luz pública hace más de dos décadas.

Si, en efecto, durante un diálogo en la Reunión Nacional de Consejeros de BBVA Bancomer en mayo pasado, cuando faltaban pocas semanas para la elección de junio, Sheinbaum Pardo dijo en respuesta a una pregunta sobre si ya se había cocido el arroz, que quedaba pendiente “el trámite del 2 de junio”, como definió la mayor elección en la historia del país, en la que según sabemos se disputaron más de 20 mil cargos públicos.

Enseguida matizó al señalar que “La verdad es que hemos recibido un reconocimiento muy grande en todo el país. Lo que quiero decirle a los banqueros es que nos va a ir muy bien, estamos en un momento muy bueno para México”.

De esta forma “el trámite” se cumplió de manera cabal y sobrada, con una holgura absoluta y no sé si hasta inesperada por la propia Sheinbaum Pardo, aún hoy pendiente sin embargo de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación procese y de respuesta a las impugnaciones electorales de la jornada del dos de junio, para validar los comicios y declararla presidenta electa de México, algo que deberá ocurrir a más tardar el seis de septiembre próximo.

Así y con todo lo que representó para el país y por supuesto para ella misma en su condición de mujer al prácticamente ser vista ya como la sucesora del presidente Andrés Manuel López Obrador para el periodo 2024-2030, Sheinbaum Pardo seguramente está viviendo días de una intensidad política desconocida para ella misma, la primera mujer mexicana en 200 años de historia nacional que deberá asumir el máximo cargo de representación política de México el primer día de octubre próximo.

Esto, especialmente, como consecuencia de que su progenitor político, el presidente López Obrador, está decidido a hacerle sombra, al menos en los tres meses que le restan en el poder presidencial y como inquilino de Palacio Nacional.

Y digo al menos, porque no es descartable que pretenda proyectar esa sombra más allá del uno de octubre y quizá por todo el sexenio, algo que le complica las cosas y el panorama a la primera mujer mexicana convertida en presidenta. Cosa de ver por supuesto qué hará y qué dirá al respecto la doctora Sheinbaum Pardo como titular absoluta del Poder Ejecutivo Federal, conforme establece la Constitución del país, aún vigente.

Es un hecho que Sheinbaum Pardo debe su carrera política y aún su encumbramiento definitivo al poder a López Obrador, un animal político al estilo más depurado descrito por Aristóteles, pero aun así, o quizá por ello, es que el hoy inquilino de Palacio Nacional da señales claras de algo que podría definirse como una obnubilación sobre la criatura que él formó a lo largo de mucho tiempo.

De allí que también resulte sumamente complejo para la propia Sheinbaum Pardo tomar distancia de quien resulta hechura, y mucho más difícil para el progenitor ceder espacio a quien seguramente considera su mejor pupila, una mujer por lo demás que le confiere trascendencia histórica al legado que imaginó y visualizó apenas pasada la euforia de su triunfo electoral hace seis años.

En consecuencia, días eternos para Sheinbaum Pardo, días cortos para López Obrador, un político avasallante, total y demoledor, que aun en el ocaso de su poder formal, una experiencia que seguramente resultará harto difícil para quien en los últimos seis años, contados desde su triunfo en julio del 2018, se ha autoerigido en el amo y señor de México.

¿Alguien se imagina acaso y seriamente, a un López Obrador convertido en eremita? ¡por favor! ¿Quién podría validar la veracidad de la promesa de un retiro en Palenque? No López Obrador, por supuesto. Sería una apuesta perdida dar por hecho el epílogo de una trayectoria política fraguada en los lomos de la adversidad y el triunfo totales. 

En ese contexto resulta explicable, sólo explicable, la tutoría que López Obrador sigue ejerciendo sobre la virtual presidenta electa de México, cuyos márgenes de acción se estrechan, si bien ésta mantiene la calma, el tacto político y la inteligencia para sobrellevar este periodo, el último jalón, pero el más difícil de su ascenso al poder, un mero “trámite” de la mano de López Obrador, así y esto se diga fácil.

Este margen ha permitido a Sheinbaum Pardo hasta ahora la designación para su gabinete de perfiles de mujeres y hombres que en buen grado marcan ya un contraste con los “floreros” que flanquearon a López Obrador en su gestión. Aún está por verse si esto se mantendrá hasta completar su tren ejecutivo o si, de nueva cuenta, se verá la mano del presidente saliente.

Desde febrero de este año, López Obrador decidió encorsetar o poner una faja con varillas a Sheinbaum Pardo con la presentación de una veintena de reformas constitucionales, que se prevé analice y dictamine el nuevo congreso en septiembre, de manera que queden aprobadas al estilo lópezobradorista, es decir, sin modificarles una sola coma, así esto haga estremecer el cielo mexicano y coloque a su sucesora en una severa encrucijada junto con el gobierno a su cargo, uno que no admite dualidades, si bien ella insista en que no pintará su raya porque sería dar la espalda al pueblo de México, el mismo que ratificó el así denominado segundo piso de la 4T. Pero sólo el tiempo y las circunstancias, que desde ahora no se anticipan fáciles ni sencillas de gestión, darán una respuesta cierta.

Pero insisto: Sheinbaum Pardo transita los tres meses más difíciles, complejos y desafiantes de su carrera política. Cabalga entre la llanura del poder y el reto de alcanzar el cenit. México sigue en vilo como consecuencia de esta circunstancia, inédita en buena parte por el perfil de los actores que la protagonizan.

De allí otras preguntas, ¿pudimos de manera nítida los mexicanos conocer a Sheinbaum Pardo durante su campaña? Me temo que no. Hizo el papel de una novia con todas las ganas de casarse y hacerse del poder. ¿Llegará el tiempo de conocerla una vez consumado su propósito? Faltan aún tres meses para que se descubra el velo y podamos mirarla de manera directa, pero sobre todo real, al rostro.

Roberto Cienfuegos J.

@RoCienfuegos1