Ante el panorama mexicano a la vista se hace necesaria una recategorización o una nueva conceptualización con el
propósito esencial y crítico de comprender, una tarea básica para quienes observamos y tratamos de explicar la realidad, más allá de filias y/o fobias. Veamos.
El gobierno que precedió al que encabeza ahora Claudia Sheinbaum, propuso y ejecutó un nuevo enfoque nacional, uno que pondría en el centro nacional a los pobres del país, que son por supuesto y muy lamentablemente una abrumadora mayoría.
También anunció un cambio de régimen, según consta para quien quiera confirmarlo en el discurso inaugural o de asunción en diciembre de 2018, cuando inició una tarea que prácticamente cumplió o está en vías de concretarse en este sexenio, heredero de una veintena de reformas constitucionales anunciadas en febrero de este mismo año en coincidencia con el aniversario de la Constitución, hoy modificada y sustancialmente distinta a la concretada por los constitucionalistas del 17, y que fue reconocida como la primera constitución social del siglo XX.
Con una constitución modificada de manera sustancial en las últimas semanas, el gobierno en funciones se amarra a esa nueva estructura legal y constitucional, al parecer sin chistar, al menos no públicamente, y hasta por el contrario, feliz, feliz, feliz, más todavía luego del fracaso de la víspera del máximo tribunal constitucional para impugnar la reforma judicial.
Este par de hechos, primero los pobres y el cambio de régimen, y no sólo de gobierno según se dijo en diciembre de 2018, pueden ayudar por sí mismos a comprender la etapa que vivimos en México, más allá de que haya segmentos poblacionales que la rechacen o estén complacidos en extremo, según la colocación y expectativa social.
Por ello es esencial comprender, para actuar en consecuencia, algo que debe decirse, no ha podido hacer la denominada oposición política mexicana, más ensimismada en sus miasmas e intereses pequeñitos, que en encauzar una propuesta y un rumbo distintos de las que avanza en medio de un azoro ciudadano amplio, la llamada Cuarta Transformación.
Es claro que sin entender lo que ocurre, será imposible la tarea opositora, si es que en algún momento se propone seriamente y sin mezquindades ni pequeñeces, propiciar e incluso encabezar un cambio en México.
Es un hecho que la proclama de primero los pobres se ha convertido en un poderoso motor del crecimiento de Morena y sus socios políticos. Los resultados están a la vista. Este movimiento político, que nació hace sólo un poco más de una década, gobierna hoy en 24 de las 32 entidades del país, con trampas electorales o manipulación de funcionarios electorales o sin ellas, también es un hecho que impera en el legislativo federal y por supuesto ejerce el Poder Ejecutivo federal.
Añada usted que tiene el respaldo mayoritario del pueblo “bueno y sabio”, y aspira a controlar prácticamente cada uno de los espacios del poder público de México, algo que hasta hace poco merecía incredulidad. Tiene bajo su mando a las Fuerzas Armadas Nacionales y ahora ya se hizo prácticamente del control del poder judicial, el último reducto que permanecía a salvo del guinda.
Sobra decir que es demasiado poder el que Morena y sus adláteres han acumulado en muy pocos años, el cual difícilmente dejarán en los que siguen. México en un puño guinda. Tampoco se ve que estén dispuestos a ceder un ápice en ese previsto, si no es que ya en plena ejecución, ejercicio absolutista del poder, donde la oposición, por llamarla así, hace el papel legitimador en una democracia controlada y aun subyugada.
La oposición, insisto, sigue sin entender qué pasó y que está ocurriendo en México debido en buena parte a que en todos estos años sólo se ha dedicado a reaccionar mal y tardíamente a las decisiones del poder moreno sin abrir cauces de acción política y ciudadana. Ha sido la oposición pequeña y conformista con los diminutos reductos de poder que le ha dejado Morena. Así seguirá, si acaso, mientras no comprenda lo que está ocurriendo en México. Si no lee de manera acertada la realidad del país, ¿cómo podría cambiarla? Con bravatas efímeras y conceptos que poco o nada emocionan y motivan a los sectores poblacionales que adversan a Morena, que no son pocos, prácticamente nada logrará.
Hay que entender que la población mexicana es predominantemente pobre. Durante años el poder constituido la ignoró. Este sólo hecho, le dio las llaves del poder a la Cuarta Transformación, que ha obtenido un poder abrumador y aun peligroso en un país genuinamente democrático, así sea con trampas –la sobrerrepresentación, una de ellas- y se ha autoproclamado como la encarnación del pueblo, sin que bien a bien sepamos ya a estas alturas quién forma o no parte de ese pueblo, que no ciudadanía.
Con los recursos canalizados en todos estos años a los distintos segmentos poblacionales más vulnerables del país, se han construido millones de antifaces que impiden o nublan la vista a buena parte de la población para ver lo que la realidad del país arroja en forma cotidiana. Léase aquí lo que tantos y tanto hemos dicho: criminalidad, delincuencia, corrupción, crisis hospitalaria y de salud, atraso educativo, desplome de la inversión en educación, ciencia y cultura, ausencia de infraestructura funcional para la inversión y el bienestar poblacional, alta inflación, mediocre crecimiento económico, bajo empleo, auge militarista y otros fenómenos que desdibujan un futuro mexicano menos aciago, y que podría comprometerse aún más si se confirmara el triunfo del magnate del ladrillo, aludo claro a Donald Trump.
Cuando muchos eruditos, y otros no tanto, refieren por ejemplo la embestida autoritaria del gobierno anterior y que según numerosos indicios, prosigue el actual, o la destrucción del modelo previo a la cuarta Transformación, la supresión de los pesos y contrapesos, el debilitamiento institucional y aún de la democracia que se estaba intentando construir en México, pues poco o nada se le está diciendo a todas esas mexicanas y mexicanos que han vivido en pobreza y aún en la inseguridad la mayor parte de sus vidas y desde hace generaciones. Tampoco es por ejemplo que estos segmentos poblacionales hayan antes disfrutado de servicios médicos, educación o seguridad de una mejor calidad porque muchos de ellos han sobrevivido en la informalidad económica, o el rebusque cotidiano.
Así que ¿a quién le importa que digan que México está en una ruta o ya bajo el autoritarismo? ¿A quién le importa si se pierde la democracia y se socava la institucionalidad, la división de poderes o, peor aún, un estado de derecho incipiente, que si bien tenían algunos avances, aún faltaba mucho para consolidar?
Los recursos, que muchos llaman dádivas de manera despectiva por supuesto, se han canalizado estos años a estos sectores vulnerables y aún a otros no tanto, constituyen el perdón para todos los pecados que perpetra o en los que incluso pueda incurrir la 4T. ¿O no?
En consecuencia, falta a la oposición política –que deberá construirse seriamente en los años que vienen- darse cuenta de que no será con proclamas vacuas ni reacciones mediocres la manera en que podrán recuperar liderazgo y terreno político, mientras la ciudadanía desafecta a la 4T se sobrecoge y observa azorada el nuevo México que engendra el movimiento político en boga.
La 4T está convertida en dueña y señora de la narrativa nacional. Así está conquistando poder y gobernando. Lo seguirá haciendo a la luz de los espléndidos resultados que ha obtenido su causa.
Es probable sin embargo que la realidad, como siempre ocurre, imponga sus límites más tarde o temprano. Por ahora, los pobres seguirán creyendo que les va mejor que nunca, y la 4T estará de gran fiesta en un país sujeto a numerosos yugos. Al tiempo.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1