En México pasan muchas cosas que siempre lamentamos, pero que nunca solventamos. Y no es que a los mexicanos nos haya agarrado el gusto de hacer las cosas mal, simplemente es que quienes tienen la responsabilidad de hacerlo desde la esfera gubernamental lo hacen mal, de malas, o simplemente no lo hacen. Y ese es un problema de toda la administración pública, porque el costumbrismo y la dilación se enraizaron en el comportamiento laboral de los servidores públicos de todos los niveles.
Pero también hay que señalar que todo es producto de esa maldita indolencia que induce el comportamiento de hombres y mujeres que han sido contratados quién sabe para qué diablos porque nunca terminan de hacer bien las cosas. Parece que la especialidad de nuestra burocracia es que las cosas no se resuelvan y que todo camine en dirección de la inoperancia y la indolencia. Pero también existen casos en que esa indolencia duele mucho y lastima a quienes permanecen en la espera.
Como padre que soy, siempre he pensado que si alguien atentase contra la integridad física de alguno de mis hijos, difícilmente esperaría que los órganos encargados de la aplicación de la justicia hagan su trabajo. Por eso entiendo el dolor de Nelson Vargas, para quien el infierno en vida comenzó hace 10 años cuando secuestraron y asesinaron a su hija Silvia. Diez años de investigaciones, 10 años de diligencias legales, y hasta ahora todavía no hay ningún sentenciado, y solamente han sido vinculadas a proceso ocho personas.
El problema es que nuestro sistema penal estuvo basado durante muchos años en procedimientos escritos, en los que la ineficiencia de los funcionarios de la procuración y aplicación de justicia volvieron costumbre que los años pasaran inevitablemente, lo que propiciaba que la gente tuviera que esperar hasta que la casualidad se encargaba de resolver lo que los funcionarios no hacían. Para decirlo más claro, hasta ahora la justicia de este país nunca ha sido pronta y expedita como lo mandata la Constitución.
Para colmo de nuestros males, parece que seguiremos en la misma senda porque las cosas no avanzan con todo y que hicimos una de las reformas jurídicas más importantes de nuestra historia con el establecimiento de los juicios orales para terminar con el rezago. Pero eso poco consuelo puede prodigar a un hombre que desde hace más de 10 años espera que haya justicia para su hija asesinada, y lo peor es que uno de los implicados fue puesto en libertad.
En casos como este es donde los mexicanos perdemos la fe en esa justicia de la que nos platican todos los días, pero que los encargados de implementarla tiran por la borda. México no se merece que funcionarios indolentes no cumplan con su trabajo en la procuración de justicia. Y más cuando después de eso ahora aspiran a ser candidatos a la Presidencia de la República. El infierno de Nelson Vargas lleva muchos años, y me imagino el infierno de los mexicanos si llega a ser presidente de la República, alguno de esos funcionarios. Al tiempo.
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