Estamos a unos días de que se cumpla el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Efectivamente vivimos una transformación histórica que está cimbrando los cimientos de la vida democrática de México.
Pero los cambios no transitan en un sentido que favorezca la convivencia sana, el desarrollo económico y la justicia social.
En cambio, vemos transformaciones que fortalecen a un movimiento de izquierda que está sentando las bases para perpetuarse transexenalmente. La clase gobernante se está apropiando de las instituciones para tener un control absoluto del poder.
El pasado 12 de noviembre fuimos testigos del modus operandi del nuevo régimen, que usa el mayoriteo para imponer su santa voluntad. Fue un penoso episodio que salpicó a todos: Al senado, a Morena, a la CNDH, a su nueva titular Rosario Piedra, al país mismo.
Instituciones autónomas e independientes empiezan a llenarse de morenistas: la CRE, la Comisión Nacional de Hidrocarburos, la Suprema Corte, ahora la CNDH y los que faltan: consejo de la Judicatura; el Instituto Federal de Telecomunicaciones, la Cofece y el Inai.
En este momento van por el recorte en la permanencia del consejero presidente del INE, de 9 a 3 años, haciendo de lado los principios universales de retroactividad e inamovilidad.
México no está avanzando. La economía se encuentra estancada, al borde de la recesión; los grupos criminales salen a las calles conscientes de que hay un manto de impunidad que no solo los protege sino que los justifica. Una parte del ejército ha hecho pública su inconformidad con las decisiones del gobierno.
Y con esta forma de operar, el país es un desastre: chantajes del crimen organizado, “si no sueltas al detenido te incendiamos el país” ¿Cómo olvidar el culiacanazo? Extorsiones cibernéticas a la empresa estratégica para el Estado como Pemex secuestrando información y su sistema operativo a cambio de 100 millones de pesos, las movilizaciones sociales van en aumento: maestros disidentes, campesinos, presidentes municipales, normalistas, policías federales, mujeres hartas de la violencia de género y grandes contingentes de la sociedad civil reclamando seguridad.
El marco legal que ha levantado la llamada 4T ha creado leyes a modo para colocar a incondicionales en puestos de gobierno. Ahí están la Ley Garrote, la Ley Bonilla. Los dientes de Hacienda están más afilados que nunca y se persigue al contribuyente más que al delincuente.
El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las urnas hace más de un año despertó en muchos la esperanza de tener un país mejor y más justo.
Tiene razón el presidente en culpar, aunque no del todo, al cochinero que nos dejaron las administraciones pasadas, pero no se puede, en aras de buscar un cambio o una transformación, desarticular a las instituciones sociales que daban apoyo a la sociedad.
¿Hay mucho que mejorar? ¡Si! pero no destruyendo aquellas que daban buenos resultados, ni encargándolas, por compromisos ideológicos, en manos de quienes desconocen en la práctica el cómo desarrollar una nación tan rica y grande como la nuestra"
No dudo de las buenas intenciones del Presidente López Obrador, pero hoy los mexicanos más que mañaneras y optimismo exacerbado, necesitamos de una conducción firme y un rumbo fijo y claro de crecimiento y desarrollo.
Un año y contando…