UN PASAJE HACIA SÍ MISMO
(Para agarrarse a la vida hay que desgarrarse de mundo; al igual que para volver al Padre, hay que dirigir la mirada al Hijo, a golpe de corazón. Esta es la penitencia a nuestro fuero interno. Él fue quien nos enseñó, desde la pobreza del pesebre hasta el total desprendimiento en la Cruz, el apego a los brazos abiertos y el desapego a los tesoros mundanos)