No hay plazo que no se cumpla y mientras el rector de la UNAM, Enrique Graue, reaparece jugando a hablar de política con Ricardo Monreal y Rolando Cordera,
el momento en que su amigo y protegido, Eduardo López Betancourt, podría verse obligado a rendir cuentas ante la justicia federal, ha llegado.
Este 18 de febrero, el ave de tempestades que, desde la presidencia del Tribunal Universitario, ha acusado a todos los directores de facultades e institutos de la UNAM, de ser acosadores y protectores de acosadores, y a los integrantes de la Junta de Gobierno de la misma institución, de ser un grupo de impresentables mafiosos, podría quedar sujeto a proceso penal nada menos que por hostigamiento sexual agravado y tratos crueles, inhumanos y degradantes.
López Betancourt enfrenta una investigación por parte de la Fiscalía Especializada en delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas, parte de la Fiscalía General de la República y, como parte de esta, el viernes 18 de febrero se celebrará la audiencia inicial de formulación de imputación, ante el juez de Control, Gustavo Aquiles Villaseñor.
El caso es actual y está totalmente vigente, aunque no puede decirse que sea reciente porque la negligencia, o complicidad encubridora, de las autoridades universitarias permitió que avanzara por no haberlo atendido de inmediato.
Se trata de la denuncia presentada por la estudiante de posgrado en la UNAM, Lourdes Ojeda, hace más de dos años contra quien fuera su maestro por proposiciones sexuales, agredirla verbalmente y hasta amenazarla.
“Si tienes tan buenas nalgas para estar en mi cama en lugar de andar de revoltosa. Pinches viejas, por eso las matan”, es la frase con que la estudiante ha abanderado su largo recorrido en busca de justicia, primero dentro de la propia UNAM, y después en la Fiscalía de la Ciudad de México. El caso de volvió una investigación federal, en la esfera del fiscal Alejandro Gertz Manero, porque la fiscalía capitalina determinó que el acusado, Eduardo López Betancourt, es un funcionario universitario y la agresión que se le imputa se cometió en los terrenos de la Universidad Nacional Autónoma de México, por lo que investigarlo y procesarlo es competencia de la FGR.
Quienes conocen los más de 50 años de excesos, abusos de autoridad y bravatas interminables de López Betancourt dentro de la UNAM, saben que esa es justo la clase de palabras que el profesor y presidente del Tribunal Universitario utiliza para maltratar y amedrentar a estudiantes que no se someten a sus caprichos o que muestran algún grado de dignidad frente a sus actitudes. Quizá por eso, al menos dentro de la UNAM no hay muchos que duden de la veracidad de las acusaciones en su contra.
López Betancourt lleva tres años haciendo campaña contra todas las autoridades universitarias: directores, miembros de la Junta de Gobierno, investigadores y profesores de tiempo completo, entre otros, con excepción de su amigo, el rector. En esa campaña las ha acusado de toda clase de tropelías y excesos siempre que ha tenido oportunidad. También por eso, quizá, el personaje no encuentra más solidaridad en el campus universitario que la de Enrique Graue.
Parece que ninguno de sus colaboradores cercanos le advirtió a tiempo al rector que debía deslindar a la UNAM de este potencial escándalo, o atenerse a las consecuencias de lo que significaría la vinculación a proceso de un presidente del Tribunal Universitario acusado de acoso, al que él, Enrique Graue, ha protegido.