La UNAM vive hoy el 8 de marzo más emblemático, y problemático de su historia reciente. Debería estar celebrando porque se dio un paso decisivo y
significativo en la lucha contra la misoginia, el acoso y la violencia de género en su comunidad, pero no lo está porque el paso no lo dio sus máximas autoridades, sino el Ministerio Público y el juez que sujetó a proceso penal, por el delito de acoso agravado, al presidente del Tribunal Universitario de la que se dice, la máxima casa de estudios.
Eduardo López Betancourt, un viejo pájaro de cuenta con una larguísima historia de abusos y excesos en la universidad, y otra igual de larga de impunidad prohijada desde la rectoría por los señores Juan Ramón de la Fuente, José Narro Robles y Enrique Graue Wiechers, los tres rectores médicos que han señoreado en la universidad en fila durante 22 años, finalmente fue puesto de rodillas, contra la pared, por una exalumna suya, hoy estudiante de posgrado, que sufrió su acoso desde la licenciatura, hace más de 20 años, y volvió a vivirlo cuando empezó su maestría en la Facultad de Derecho.
Lourdes Ojeda Serrano, una guerrerense igual que López Betancourt, fue la mujer que denunció, primero en la UNAM y cuando el rector no le hizo caso, en el Ministerio Público, al colaborador consentido de Enrique Graue. Casi tres años tardó, pero la justicia parece haber llegado al caso de Ojeda y de la propia UNAM, pues cuando el caso contra el abogado ex colaborador de Rubén Figueroa Figueroa, se hizo público y se convirtió en material de prensa, otras mujeres, también exalumnas suyas, aparecieron a enviar mensajes a las redes sociales confirmando las versiones de Lourdes acerca de la conducta, el lenguaje y la misoginia con que el profesor se dirige, particularmente a sus alumnas mujeres en el salón de clases.
Eduardo López Betancourt es el mismo personaje que defendió, política y legalmente, a Félix Salgado Macedonio cuando se le acusó de haber violado por lo menos a tres mujeres, y también cuando el Instituto Nacional electoral terminó anular su candidatura al gobierno guerrerense por Morena.
Cuando los medios identificaron a Eduardo López Betancourt como el abogado de Salgado Macedonio, las acusaciones en su contra por acoso sexual se volvieron mucho más que creíbles. Cuando se presentó su trayectoria y se analizó la impunidad con la que se conducía en la UNAM, la corresponsabilidad del rector en este asunto quedó de manifiesto.
Dicen que la mujer del Cesar no solo debe ser honesta, también debe parecerlo. Igualmente, los profesores de la UNAM no únicamente deben observar una conducta intachable, también deben gozar de una fama pública incuestionable. Por lo visto, al rector Enrique Graue y a su colaborador estrella, Eduardo López Betancourt, se le olvidó que están bajo el escrutinio público, que forman parte de una institución educativa pública, que tienen que rendir cuentas también sobre sus conductas, y que la violencia de género es un asunto inadmisible en los tiempos actuales, más allá de lo que digan o de lo que callen, personajes como Félix Salgado Macedonio o el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador.