Dicen que en política no hay casualidades y lo que se juega hoy en la UNAM es política, pura y dura, con implicaciones
de alto nivel. Enrique Graue había hecho lo necesario para pasar a la historia universitaria como otro rector sin pena ni gloria. Pero al inicio del tramo final de su administración, el tema Plagio-Yasmín Esquivel-Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) apareció para dejarlo a punto de desplazar a Francisco Barnés de Castro, del lugar que ocupa desde 1999, como el peor y más desastroso de los rectores que haya tenido la Universidad de la Nación.
El caso Esquivel se perfiló, desde su inicio, como el problema más grande que Graue ha enfrentado en sus dos períodos al frente de la UNAM. Sin embargo, el mismo rector que decepcionó a las universitarias al convertir la lucha contra el acoso en una bandera vacía, no supo leer las implicaciones de la denuncia que, otro respetado universitario, Guillermo Sheridan, hizo en su célebre artículo publicado por Latinus.
Ante la miopía del oftalmólogo, traducida en torpeza e indecisión, surgen preguntas obligadas:
1.- ¿Quiénes son los asesores políticos de Graue, que no vieron a tiempo los alcances de la denuncia de plagio, categóricamente documentada y lanzada por Sheridan contra Esquivel, justo cuando la ministra competía por la Presidencia de la Corte?
2.- ¿Quién le recomendó al rector caer en la primera provocación del presidente López Obrador, cuando éste pidió que la UNAM estudiara el asunto y lo resolviera antes de la votación del 2 de enero?
Una simple declaración del rector señalando que la UNAM estaba en suspensión de actividades en la segunda quincena de diciembre y, para evitar ser arrastrada a una disputa política ajena, analizaría el caso en enero, con su personal incorporado, de acuerdo a sus tiempos y a sus mecanismos de investigación académicos, ajenos a la politiquería, siempre que los afectados presentaran su queja respectiva en las instancias universitarias, habría sido suficiente para mantener a la institución atenta al caso, pero ajena a la guerra de poder en que acabó envuelta por el poco empaque de su rector y los malos consejos de su equipo.
El asunto era, en realidad, de la Corte, del presidente y del Senado, pues la primera la tiene en su Pleno, el segundo propuso a Yasmín Esquivel y el tercero votó por hacerla ministra.
El rector no debió meter a la universidad en la disputa, pues finalmente sus tiempos no deberían supeditarse ni a la política, ni tampoco a los intereses o necesidades una Suprema Corte muda y escondida ante el escándalo de plagio de una de sus integrantes. Sin embargo, Graue acusó recibo y abrió, innecesariamente, una investigación de oficio, sin denuncia. Más aún, ordenó a la FES Aragón estudiar el caso y emitir un dictamen apresurado, sin siquiera tener disponibles a los especialistas para elaborarlo adecuadamente. Todo por ese afán de mal atender la “sugerencia” del mismo presidente que lo ha agredido, menospreciado y hasta insultado de forma injustificada
El mal cálculo y los pésimos consejos de sus asesores, hicieron que el rector acabara mal con todos: Quedó mal con López Obrador porque, aunque cumplió con el plazo, recibió un dictamen que responsabilizaba a Yasmín Esquivel del plagio. Al hacerlo público, descarriló el intento de la ministra para suceder a Arturo Zaldivar.
Ahí no paró el error. La intención de suavizar el mensaje llevó al rector a emitir aquellas frases que lo distanciaron, como nunca, de la comunidad universitaria y la sociedad. Palabras más o menos, la idea expresada por Graue fue: Aunque hay similitudes sustanciales entre ambas tesis y la de 1987 es una copia de la anterior, la UNAM carece de mecanismos, en su legislación vigente, para sancionar a la ex alumna con el retiro del título. Por supuesto, con eso no quedó satisfecho nadie, ni el presidente que perdió a su candidata, ni la comunidad universitaria que recibió el anuncio como una oda a la impunidad, pronunciada desde la propia Rectoría.
3.- ¿Quiénes son los operadores de prensa y los asesores en comunicación del rector Enrique Graue? El problema, que ya era grande, apenas empezaba y seguía creciendo. La incapacidad para entender que el mensaje del 30 de diciembre provocó una crisis, rápidamente convirtió el asunto en una bola de nieve que empezó a socavar el prestigio de la UNAM; todo por “cumplirle al presidente”.
Las consecuencias de lo ocurrido no han terminado y siguen causando estragos para la UNAM. Es cierto que el dictamen de plagio dinamitó cualquier posibilidad de que Esquivel presidiera la Corte. También lo es que la declaración del rector, de incompetencia por falta de facultades, fue interpretada como incapacidad pura, falta de estatura y de liderazgo. Peor aún fue la lectura que se le dio a la decisión del rector de turnar el asunto a la SEP para que resolviera “lo procedente”. Dentro y fuera de la universidad, incluso en el gobierno morenista, fue considerado la renuncia del rector a la autonomía universitaria; algo con lo que Graue tendrá que vivir el resto de sus días.
Quien o quienes le hayan recomendado esa salida y ese timming al rector: enviar el caso a la SEP, no están comprometidos con él ni con la Universidad, pues lo colocaron en la posición más delicada que ha enfrentado un rector desde que El Mosh, y sus seguidores, tomaron el campus a Francisco Barnés de Castro.
Pero ahí acabó lo que ya era un desastre. Lo peor estaba aún por llegar y apareció el viernes 20 de enero al mediodía. El anuncio de un nuevo mensaje del rector sobre el tema Esquivel, con la convocatoria a todos los medios de comunicación y a todo el cuerpo directivo de la UNAM, generó una expectativa mediática sobre la UNAM, que no se había visto en muchos años.
Con el discurso más impreciso, aburrido y poco contundente en la historia de la universidad, Graue empezó por ratificar que no se podía hacer nada ante el plagio porque la legislación universitaria no contempla mecanismos sancionatorios, para luego reconocer que se trataba de un plagio atribuible a Yasmín Esquivel, y terminar informando, cuando ya casi nadie prestaba atención porque la decepción del “no hay nada que hacer” estaba en el ambiente, que turnaría el asunto a una comisión del Consejo Universitario para explorar la posibilidad de nuevas sanciones.
En concreto, Graue citó a los medios para reiterar que no había nada más que hacer y luego, en voz baja para que no se escuchara, dejó abierta una rendija, que casi nadie atendió, señalando que se buscarían otras sanciones.
El asunto es un galimatías creado por el propio rector y sus colaboradores, no solo el abogado general, también sus consejeros políticos y sus operadores de prensa.
Para rematar, ahora surge la increíble e inoportuna versión de que Edgar Baez, el ex alumno plagiado por Yasmín Esquivel, confiesa a destiempo y cuando ya nadie le cree absolutamente nada, que es el plagiario, que tomó partes sustanciales de la tesis de la alumna de la FES Aragón, y que el viaje en el tiempo sí es posible, contra toda lógica y avance científico que se conozca. Esta última “confesión” carente de la más elemental credibilidad, acabará por darle una vuelta más al enredo en que Enrique Graue ha metido a la UNAM y, habiendo visto la calidad de su equipo de colaboradores, resulta impensable creer que el rector y la universidad saldrán bien librados de este prolongadísimo escándalo.