“La incultura es una de las desgracias de mi país. Yo pago primero a un maestro y después a un general”
Pancho Villa
Hace 109 años, México sufrió un cambio radical en cada una de sus estructuras: la política, la social, la económica y también la cultural. Fue un movimiento violento; en cada rincón del país se escuchaba un grito de justicia, se exigía libertad de expresión, una educación de calidad para todos y un trabajo digno; solo se podía conseguir derrocando a un gobierno obsoleto, avejentado que por más de 30 años había gobernado, sin la participación social.
Los mexicanos, con una muy alto sentido patriótico tomaron las calles, recorrieron los campos, se trasladaron en trenes, caballos, mulas y a pie para abracar cada rincón de la geografía. Conocieron la problemática que existía en todo el país, observaron las diferentes realidades; creando a través de la lucha armada una identidad nacional.
En el colectivo había una idea que se extendió rápidamente que por la justicia agraria, el trabajo, la democracia y la igualdad entre los mexicanos bien valía la pena el alzarse en armas. Todos estos factores, permitió que durante 1910 y hasta por la década de los treintas se desarrollara una cultura nacionalista, hecha por mexicanos con profundo arraigo y compromiso social, a este movimiento se le conoce como la Cultura de la Revolución Méxicana.
Los exponentes de este fueron artistas que tuvieron la sensibilidad de captar el movimiento armado más importante de nuestro país, con una fidelidad que nos estremece hasta nuestros días. La literatura, la música, las artes plásticas y el cine conformaron este movimiento cultural.
La novela de Mariano Azuela, “Los de Abajo”, nos obsequia un realismo de cómo se vivía en las diferentes clases sociales, nos narra las grandes diferencias entre los menos favorecido y los opresores, todo en el contexto de la lucha revolucionaria.
Otras de las obras literarias de este extenso movimiento son: “La sombra del caudillo” de Martín Luis Guzmán; la raza cósmica y Ulises Criollo de José Vasconcelos; Cuentos de Juan Pirulero del yucateco Ermilo Abreu Gómez; La Feria de Juan José Arreola; entre otras. Todas estas magistrales obras narran la vida que acontecía en estos años de agitación.
La música fue un elemento muy importante dentro de la tropa, ya que, los corridos fue el medio para poder llevar las noticias y se deleitaban escuchar las hazañas en los campamentos. Estos juglares con cananas y pistolas popularizaban los triunfos que los estrategas militares utilizaban en las batallas, con solo guitarras y armónicas. Corridos como “Ahí viene el tren”, “soy zapatista del estado de Morelos”, “los dorados de Villa” y “El corrido del Norte”, son un ejemplo de estas obras musicales.
Sin embargo, hay dos obras emblemáticas. Primero, “La Cucaracha”, corrido que, utilizando la caricaturización, en su letra, se burla de Victoriano Huerta, uno de los principales enemigos de Pancho Villa, la canción recrea, con un humor muy mordaz los malos hábitos de este personaje negativo al movimiento revolucionario; y el segundo, es uno de los corridos que más me gusta, es sobre la mujer valiente, activa en la lucha armada. Una canción que con solo escuchar el nombre de esa mexicana alentaba a los combatientes a luchar; Este corrido dedicado a millones de mujeres que vivieron activamente la revolución, haciendo que esta lucha dejara de ser solo de hombres; sino también jugó un papel escencial “La Adelita”.
José Clemente Orozco fue uno de los artistas que vivieron en carne propia a revolución, otros que no estuvieron cerca de los campos de batalla pero si muy interesados a las causas populares, como Diego Rivera.
Durante los años que duró el movimiento armado existe muy poca producción conocida en la las artes gráficas, sin embargo, una vez que la lucha concluyó, dio paso a la corriente muralista mexicana, que con Orozco, Siqueiros, Tamayo, Frida Kahlo y Diego Rivera; fueron inspirados con el compromiso social, surgido en este periodo de nuestra historia, se plasmó en cada uno de sus obras a indígenas esforzándose para sobrevivir, rompiendo cadenas, enalteciendo el orgullo de nuestra raza, con colores que adornan las flores de cempasúchil, el maíz, el lirio y el nopal, dejando para la posteridad, en muros la recreación estética de lo sucedido, con una muy feroz crítica a los opresores, pero con una real solidaridad a los campesinos que se unieron a esta gesta.
Lo sucedido es esta lucha armada ha sido un tema que ha seducido al cine, se han filmado varias películas nos acerca a esos años de turbulencia que sufrió México, en algunas se recrean batallas y estrategias, en otras le otorgan glorias a los héroes revolucionario. Películas como “Vámonos con Pancho Villa” de Fernando de Fuentes; “La Cucaracha”, en donde actúan María Félix, Dolores del Río y Emilio Fernández, son muestras de que estos largometrajes corresponden a la llamada Época de Oro del Cine Mexicano. Este movimiento también hizo que Hollywood se sintiera atraído; un ejemplo de esto es el filme de 1952, “¡Viva Zapata!”, protagonizado por Marlon Brandon.
La Revolución de 1910 fue fuente de inspiración de muchísimos mexicanos, que atentos a los acontecimientos para lograr una magnifica producción artística solidaria y critica a uno de los movimientos armados más grandes de la historia, se merecen, cada uno de ellos, un reconocimiento, ya que se esforzaron para dejarnos un patrimonio del que nos sentimos orgullosos e identificados en una identidad Nacional sólida.