Cuando un periodista se vuelve incómodo o peligroso para un político aparecen algunas señales o indicadores, negar acceso a
conferencias de prensa, descalificaciones, cerrazón para recibirlos.
Los conflictos entre políticos y periodistas tienen su origen en que ambos tienen fuerza y poder, eso les enfrenta. El riesgo surge también, cuando un político se siente agredido o un periodista se siente ignorado, eso genera conflicto.
El principal compromiso de un periodista es ante la sociedad, no se limita a informar, va más allá que eso, tiene que ser la conciencia crítica del gobierno. Pero debe superar sus afectos y aversiones.
Es obligación del comunicador mostrar defectos errores o faltas de los funcionarios, para que corrijan y cumplan con su función, el que no aplaudan en conferencias no es por descortesía, si lo hicieran sería un gesto de aprobación y eso, es un signo suficiente para evidenciar que rompe con la imparcialidad a la que está obligado y que difícilmente logra mantener un comunicador.
La relación periodista-funcionario está compuesta de diversas manifestaciones, algunas engañosas, puede ser una relación cordial y aparentemente amistosa, pero en realidad es muy difícil que en esa relación se mantengan rangos de amistad franca y sincera, porque los gobernantes perciben a la prensa como un potencial enemigo, que en cualquier momento se vuelve en su contra.
Platicaba alguien refiriéndose a la relación gobernante-periodistas como la relación con una fiera, puedes llevar una buena relación, pero no sabes en qué momento explota y se vuelve en contra tuya. Yo agregaría, ello no depende del temperamento de los periodistas o los políticos, sino de los aciertos o errores de los políticos, lo que hace que la relación sea frágil y explosiva.
Los políticos de piel sensible y poca experiencia, aún algunos experimentados, son presa fácil de caer en intrigas palaciegas, por alguna razón, de la noche a la mañana les enfrentan con la prensa, igual que como sucede con su círculo cercano, siempre están expuestos en cualquier momento, en la llamada burbuja que rodea cualquier hombre de poder, alguien le resbale un comentario que perjudique algún personaje cercano o simplemente un colaborador y que el funcionario lo crea y, actúe en consecuencia, a vece no se dan cuenta de ello, hasta que pasado el tiempo de solicitar audiencia o buscar hablar con quien se haya considerado su amigo, se topan con las puertas cerradas, lo que significa en muchas ocasiones que el rompimiento de una relación cordial, se torne en una relación conflictiva, si a esto le sumamos, que en estos casos los funcionarios de este perfil llegan a cometer errores cuya gravedad puede ser evidente, mencionados por la prensa son problema.
Eso explica que en muchas ocasiones, problemas que podrían ser sencillos e intrascendentes, remontan a dimensiones que pueden provocar la caída de un político o el asesinato de un periodista.
La política exige sensibilidad, talento y comunicación permanente, piel resistente, para no dejar permear las intrigas palaciegas. Un político que no lo tiene claro, si es de mecha corta o fácilmente explosivo, a la larga tiene un costo irreversible.
La política y el periodismo, son tareas que demandan solidez ideológica, honestidad, serenidad y madurez en su ejercicio y tolerancia, mucha tolerancia.
Hoy que vemos una gran cantidad de políticos improvisados y jóvenes arribistas, a quienes el destino o la suerte, les ha encumbrado en puestos de decisión, los periodistas tienen la responsabilidad de detectar esos puntos vulnerables y regiones sensibles en la relación con la prensa, tan es así, que resulta curioso ver lo frágil de esa relación, pero ambos tienen la obligación de cumplirle a una sociedad que les exige transparencia honestidad y veracidad en ambos casos.
Así que bien valdría la pena revisar en el quehacer cotidiano de prensa y políticos, cuando han sido objeto de intrigas y enemistades que beneficien a algún personaje oscuro.
Es frecuente entre periodistas y políticos que la relación de trabajo la lleguen a confundir con amistad, es cierto que hay muchos casos en que se llega a consolidar una relación amistosa por la cercanía frecuencia de la relación de trabajo, pero es claro que esa relación, equivale a estar sentado en un barril de pólvora, ambos están expuestos permanentemente a intrigas o vaivenes del destino y hasta bipolaridad de caracteres, lo que complica su convivencia.
Cuando la relación o la comunicación se rompen, si el periodista no busca al funcionario o el funcionario no recibe al periodista, algo ha sucedido en la convivencia armónica, algo ha influido en su rompimiento o alguien ha abonado al distanciamiento, que se traduce en rompimiento.
Casos de este modo abundan, lo que a veces no se entiende, es que los políticos tienen un nombramiento por un término y periodo determinado y los periodistas no. Pueden dejar un medio temporalmente por presiones de un político o por las circunstancias de un régimen, pero pasado el periodo de conflicto, el político se va a su casa o a la cárcel y el periodista permanece, eso se pierde de vista.
Otro de los errores comunes, es que hay políticos que por participar en un medio se sienten periodistas, como hay periodistas que por participar en política, se sientan políticos, ese tipo de casos abunda pero a veces terminan tan convencidos de la actividad, que terminan siendo políticos, cuyo origen fue la prensa y, periodistas cuyo origen fue la política.
En ambos casos políticos y periodistas deben entender cuando una relación se ha roto y que no hay retorno a la comunicación entre prensa-política. Es tan frágil como la confianza, como una escultura de cristal, con el aliento se empaña y, si se rompe, nunca queda igual. Habría que revisar, cuando a un periodista le dan largas a la posibilidad de una entrevista o simplemente una plática con un político y ésta se aplaza interminablemente, se llama rompimiento.
El periodista también esta expuesto a su propio carácter y debe cuidar de no ser volátil. En la tarea política los personajes encumbrados llegan a subestimar a los periodistas, cuando publican en medios pequeños, lo que no consideran, es que no hay periodista pequeño, la comunidad de los medios es reducida y con vasos comunicantes que a veces, los políticos no saben, recuerdo algún caso de un periodista de los que llaman con cierto desprecio, revisteros, que resultó ser amigo y hasta compañero muy querido y respetado por algún periodista influyente y, por amistad y solidaridad lanzaba información en contra de un político y este nunca entendió de donde venía el encono en el manejo de su información, hasta que el político se cayó y el periodista nunca se calló.
El periodismo y la política, transitan paralelos, cada uno en su riel. Para ser funcionales, ni juntos, ni distantes, la medida se llama tolerancia y respeto.
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@EduardoSadot