El ejercicio de la crítica causa animadversión de quien la recibe contra quien la ejerce, no todos la asimilan,
expertos en convivencia aconsejan que “nunca le digas a alguien que esta gordo, porque lo está, y ya lo sabe, le molesta”. Nada ayuda que se lo digas, solo provocará que te odien, así que mejor calladito te ves mas bonito. La crítica la aceptan solo los grandes de espíritu, esta reservado para quienes en su grandeza, conservan la humildad de saberse falibles, que se esmeran en ser mejores.
El ejercicio crítico también se reserva a quienes honesta y valientemente asumen el riesgo para corregir lo que está mal, o quienes luchan por una sociedad mejor o por sus valores, principios o creencias, a veces a costa de la amistad, empleo, patrimonio, soledad o hasta la vida. A pesar del desprecio del criticado o censura de sus corifeos.
A los pequeños de espíritu, su arrogancia les impide aceptar la crítica. Es una bebida amarga, pega en la línea de flotación de la vanidad, orgullo y amor propio. Alerta su sentido defensivo, les produce indignación y se sienten agredidos, atacados, amenazados. Por más que aparenten control, el odio les ciega, en la primera oportunidad les brota, los rebasa, sus reacciones son violentas, desatan rencor, frustración, resentimiento que contagian sin control y actúan en consecuencia, su reacción primaria, es descalificar, etiquetar, poner apodos, calificativos a quienes les señalan errores, de tal modo que les sirva como escudo para despreciar e ignorar la crítica. Karl Popper decía que la ciencia avanza en la medida en que se confrontan, se refutan las ideas para construir mejores ideas.
Los seres superiores, escuchan, analizan, corrigen o reafirman su conducta, luego de sopesar el impacto de la crítica. Además, los inteligentes no traslucen su sentimiento, por cortesía lo disimulan, se controlan a favor de la convivencia armónica y la unidad de la sociedad.
Calificar de adversarios a quienes se consideran enemigos, es cómodo, ingenioso y conveniente, permite endosar, transmitir a sus simpatizantes, el mismo odio que sienten por quien les resulta molesto por sus críticas, sus simpatizantes, por empatía, los asumen también como sus enemigos. Tan irracionalmente es pensar así, que a quienes se identifiquen con ellos, les convocan – sin decirlo – saben que les transmiten también odio contra sus enemigos, que racionalmente no tendrían por que odiar, motivado de la simpatía irracional. Contrariamente, si reflexionaran, no tendrían por que sentir el mismo odio. Igual que un niño, pide a su amigo “que le deje de hablar a tal o cual, porque ya no es su amigo”, es la filosofía de “si eres mi amigo, estas conmigo, sino contra mi”, mis enemigos tienen que ser tus enemigos.
Por qué decir adversarios y no enemigos. Porque decirles enemigos transparenta ira. Aceptar que se odia, riñe con la imagen de bondad, odian los malos, los buenos no, sería aceptarse malo. A un enemigo se combate sin miramientos, se aniquila y destruye porque se le odia. Al adversario se le brinda la confianza, de que no será combatido, mientras que sabiéndose enemigo, se previene del ataque, al adversario se engaña para destruirlo, un enemigo está alerta y desconfiado, dificulta su derrota, advierte que será atacado. Al adversario se vulnera su defensa, al enemigo le alerta. Además, decir adversario, justificaría cualquier ataque despiadado, resultaría difícil de creer que alguien “bueno” así, sea capaz de odiar y dañar, encuentra una justificación, además que estremece a impresionables seguidores, que observen el daño que pueda infringirse al adversario, en su enajenación les entusiasma, se identifican, vomitan espontáneamente sus ¡hurras! contribuye a que no crean que alguien “bueno”, sea capaz de hacer daño, porque se tiene el pretexto, de no ser fruto del odio, pues la maldad, queda enmascarada con un manto de bondad y de piedad convincente, que sería incapaz de perpetrar cualquier ataque desmedido, igual que con la honestidad se vacuna, para cuando se cometan actos de corrupción, nadie lo creería. Es curarse en salud, es una manera de “amarrarse el dedo” cuando el ataque sea excesivo.
Pero quizá lo más grave es negarse a aceptar la crítica y, calificar de adversarios, enemigos, por ejercer la crítica y oponerse a la voluntad impositiva e irracional. La crítica puede ser propositiva y destructiva, se nos ha hecho pensar – mañosamente – que la crítica destructiva no aporta nada y solo la constructiva aporta. ¡Falso! Toda crítica contribuye a evolucionar, la destructiva sin razón, reafirma lo que se hace y se piensa, si se asimila con inteligencia. La constructiva ayuda a corregir y fortalece la dirección, para transitar hacia el éxito, pero ignorarla o despreciarla solo precipita el fracaso. Decir que se escucha, cuando si acaso se oye y menos se actúa y corrige, se ignora, es simulación.
Hay seres malos, que hacen cosas buenas, para después hacer cosas malas impunemente.