Con profunda pena me enteré de la muerte de mi amigo y maestro Don Raúl Camilo José Carrancá y jurista
nacido el 6 de septiembre de 1930 en la Ciudad de México, que falleciera el 5 de julio.
Digo amigo, porque además de ser maestro de muchas generaciones, el Doctor Raúl Carrancá dispensó a muchos la gentileza de su amistad.
Un hombre educado sensato y decente, titular de un Don de gentes y orador consumado.
En la sala de juntas de la facultad de derecho, los martes y los jueves, era un verdadero placer escuchar sus puntos de vista sobre temas de la agenda nacional, su aguda inteligencia, señalaba asuntos que para el común de los ciudadanos pasaban inadvertidos.
Siendo maestro emérito de la facultad de Derecho, distinción le otorgó la UNAM de conformidad con el artículo 82 del Estatuto General de la UNAM y el artículo 33 del Estatuto de Personal Académico, se les da ese grado de reconocimiento académico a quienes “Son profesores o investigadores eméritos, aquellos a quienes la Universidad honre con dicha designación por haberle prestado cuando menos 30 años de servicios, con gran dedicación y haber realizado una obra de valía excepcional”. Tal fue el caso del Doctor Carrancá y Rivas.
De trato afable y respetuoso, se daba tiempo para escuchar y exponer sus reflexiones a quienes le consultaba o solicitaba sus siempre doctas meditaciones, su extraordinario uso del lenguaje, estudioso de la materia desde los veintiún años, cuando impartía cursos de oratoria y clases de lengua y literatura españolas en la escuela nacional preparatoria.
Como profesor emérito, lo escuchamos muchas veces dirigirse a la comunidad de la Facultad de Derecho, desarrollando temas de carácter nacional y algunas veces internacional, donde resaltó siempre su basta cultura, profunda sensibilidad y dominio de un abundante bagaje de conocimientos, que nunca escatimó en compartirlos.
Sus charlas, salpicadas de anécdotas y vivencias nos llevaban por caminos del mundo jurídico e histórico de México y del mundo, fue un permanente estudioso, acucioso investigador que dejaba en sus interlocutores un escondido conocimiento de personajes y pasajes de la historia que sorprendían y dejaban un recuerdo perene de conocimientos nuevos y curiosos.
Aún y para siempre, rememora nuestra memoria auditiva su tono de voz, a veces de sorpresa cuando le aportaban nuevos conocimientos y le resultaba gratamente sorprendente compartirle algo que no conociera.
El Doctor Raúl Carrancá, en sus últimos años vivió en la ciudad de Cuernavaca, sus vecinos de la zona de Acapatzingo, a unos metros de la capilla de San Dieguito, disfrutamos, cuando la ocasión se presentaba de amenas pláticas. En ocasiones, era común encontrarlo en algún restaurante de la zona, acompañado de su familia, lo que era además de sorpresa, invaluable, oportunidad de escucharlo en las charlas de sobre mesa, que se volvían interminables. Descanse en Paz un gran amigo, jurista, universitario y mexicano extraordinario, con su partida, se pierde una parte de nuestra historia viva, porque además era editorialista de un periódico nacional.
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