Costosos, dispendiosos, inasequibles, desorbitantes y exagerados, surgidos de una mente enferma y mesiánica,
sin elementales conocimientos sobre economía, ni de administración pública, ni comprendió – porque quien no administra ni su hogar – menos pudo tener una visión de Estado. Porque en un hogar, el padre se obliga a ser responsable, atender el tema de la salud, la educación, la seguridad y la integridad de su familia, es su obligación y compromiso.
Un ejemplo en ocho renglones: tiene un terreno donde sabe que hay una mina de oro en el subsuelo, tiene dos opciones, dejar de pagar la escuela de sus hijos, dejar de pagar la curación de su esposa enferma de cáncer y conservar la soberanía sobre el oro que hay en el subsuelo o invitar a un inversionista y compartirle parte del oro ¡ya! sin dejar de pagar medicamentos de su esposa y educación de sus hijos. Eso exactamente es el gasto en megaproyectos, cambió la seguridad, la salud y la educación por invertir en proyectos inciertos. Y sus seguidores por miedo o servilismo los continúan.
El sueño de pasar a la historia con un tren, sobre el que los ecologistas no han dicho nada, una refinería que sigue sin refinar y un aeropuerto que no sirve para resolver el problema de los pasajeros en el aeropuerto de la ciudad de México, hoy es más que evidente que los tres megaproyectos son ociosos, ni sirven pero cuestan mucho y siguen costando.
Sin confundirnos aclaremos y señalemos la verdad: originalmente el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM) habría costado 285 mil millones de pesos y su cancelación nos cuesta a los mexicanos más de 280 mil millones de pesos.
El Aeropuerto Internacional de las Fuerzas Armadas (AIFA) cuyo nombre cambió para que no se viera que es de las Fuerzas Armadas, sustituyó las últimas dos siglas (FA) de Fuerzas Armadas por el nombre de Felipe Ángeles (FA), que en la venta de boletos ahora se sigla como NLU para confundir y obligar a usarlo, aunque costó 74 mil 535 millones de pesos, doscientos menos que el NAIM, ni cumple con la finalidad para lo cual se requería y ahora cuestan los dos más uno por inútil y el otro por las sanciones establecidas en el contrato por haberse cancelado, el resultado o sus consecuencias se resumen en despilfarro y mala administración, que resulta una carga para todos los mexicanos y la mayor impunidad al responsable de ese desperdicio.
Aceptar que las tres obras son un fracaso sería señalar de mala administración el último sexenio y (no vaya a ser que el hombrecito de Macuspana se sienta ofendido y se vaya a enojar). Pero esa es la verdad.
El AIFA o NLU no resuelve el problema de la demanda de vuelos y pasajeros en la CDMX, tampoco fue una opción viable, menos tuvo un diagnóstico y si lo tuvo, prefirió hacer su capricho, pues esa mega-obra le sería reconocida a Peña y no a él y eso su vanidad no lo resistía. Y convenientemente a sus fanáticos ya se les olvidó que el mismo “obrador” dijo: pregunté y todos me dijeron que no cancelara el NAIM, pero afortunadamente – afortunadamente para quién, para los caprichos de él solamente, no de México – el pueblo bueno y sabio decidió que se cerrara – entonces ni de eso se responsabiliza – ahora resulta que el pueblo bueno fue el que decidió. Como cuando se alegró del COVID y dijo que llegaba como anillo al dedo, sin importarle los mexicanos muertos, como tampoco les importan sus muertos a los fanáticos de Obrador.
Eduardo Sadot Morales
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